Hace cosa de un mes el gobernador Barbosa emitió una aventurera propuesta: reforestar a Puebla con entre 8 y 20 millones de árboles y plantas. El tope superior era ambicioso. Como lo planteamos era el equivalente a plantar lo que atiende el programa Sembrando Vida.
Como hipótesis de trabajo imaginamos que la diferencia –de 8 a 20 millones– deriva de cómo se realizan las licitaciones; planteando cantidades mínimas y máximas por partida que se mueven de acuerdo a lo ofertado.
Clima y naturaleza nos juegan en contra. La siembra debe empatarse con una lluvia cada vez más errática, sobre todo para alcanzar la meta de 80% de sobrevivencia– porcentaje que indicaría una operación casi perfecta–.
No obstante, aunque parece que el gobernador tuvo la sensibilidad de ir por el número más razonable de 9 millones de plantas, ha decidido venderlo por todo lo alto: “el programa de reforestación más ambicioso de la historia de Puebla”.
Haciendo un poco de memoria política veremos que la mesura no tiene lugar en declaraciones forestales.
Regresemos a 2013, cuando el entonces secretario de desarrollo rural, Julio Lorenzini, aseguraba que se sembrarían ¡18 millones de árboles ese año! La realidad nos recuerda que no pudieron ni rescatar el pulmón verde de Cuautlancingo de El Ameyal.
Su sucesor, Mario Rincón, hizo ver como juego de niños la multiplicación de panes y peces. De acuerdo a sus estadísticas en un cuatrienio habían sembrado –sujétese– ¡80 millones de plantas!
El actual plan, liderado por la secretaria de medio ambiente, Beatriz Manrique, busca incidir en regiones clave por su potencial de captar agua de lluvia. El Pico de Orizaba. Las Sierras Norte, Negra y Nororiental. Los valles de Libres-Serdán y Tehuacán. La Mixteca. La zona Izta-Popo.
No solo es sembrar. Hay que recuperar suelos, salvar la cobertura vegetal y hacer arreglos topológicos para encauzar aguas a las cuencas. Para el fin del sexenio quedan capicúas 2 años, 2 meses y 22 días, veremos qué les da tiempo hacer.
Lo anormal de las normales
Las escuelas normales rurales son un remanente del proyecto de formación socialista que comenzó al fin de la Revolución Mexicana; la oportunidad de educación para las clases rurales más marginadas.
Dos poblanos las dinamitaron. Ávila Camacho cuando ajustó la política económica hacia la industrialización en los 40. Y Díaz Ordaz, en el ‘69, cuando transformó la mayoría en escuelas técnicas agropecuarias. Hoy quedan apenas 17.
300 alumnas de la “Carmen Serdán” en Teteles de Ávila Castillo –municipio poblano nombrado así por el padre del presidente Ávila Camacho– han tomado las calles de la CDMX, tres veces este mes, ante supuestas represiones; ayer desquiciando el tráfico entre Reforma e Insurgentes por más de 24 horas.
¿Qué futuro deberán tomar estas instituciones? ¿Cuajar un modelo que en cien años no ha podido, o renovarse para los nuevos tiempos? Lo dice su lema: educar es liberar, es ayudar para llegar a ser.