El 2 de octubre no se olvida, reza la proclama que cada año lanzan los familiares y sobrevivientes a la matanza de estudiantes en 1968.
A 54 años de una de las represiones más cruentas que ha vivido nuestro país llama la atención que muchos de los rasgos y de las situaciones políticas que se vivieron en esos años de autoritarismo vuelvan a presentarse, con un nuevo rostro y diferente nombre, pero igual o más intolerantes.
Mientras en fragmentos, con verdades a medias y enalteciendo la imagen del mesías, los morenistas presumían los festejos por el aniversario número 11 del partido de Andrés Manuel, la verdadera izquierda tomó las calles de la Ciudad de México para recordar el genocidio de 1968.
Al igual que en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz y particularmente en el de su sucesor, Luis Echeverría Álvarez, López Obrador ha impulsado acciones para que sea el Ejército quien asuma las tareas de control contra civiles.
Así como en 2006 un juez reconoció que Echeverría Álvarez habría conocido y dado las órdenes para matar a los integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH), ahora el grupo de hackers Guacamaya, reveló que en los últimos años los militares han violado los derechos humanos de población civil y cometido delitos de lesa humanidad escudados en una institución, que cada día pierde su esencia bajo las órdenes de su actual comandante supremo.
Y eso que aún no se concreta la militarización del país para cederle a la Guardia Nacional -un grupo conformado por ex militares, ex navales y ex policías federales- las atribuciones legales para realizar las tareas de seguridad civil.
Y para quienes nieguen que López Obrador, priísta de origen, es un Echeverría corregido y aumentado les pongo sólo un ejemplo. En unos días más habremos de ajustar nuestros relojes para que, tras cumplirle un capricho más al inquilino de Palacio Nacional, sea, literalmente, la hora que el presidente quiera. Más de 130 millones de mexicanos sometidos al reloj de un solo hombre.
De la intolerancia a la crítica sobran ejemplos para demostrar que AMLO es igual o más intransigente de lo que fueron los presidentes priístas. Una muestra es el espacio mal llamado ¿Quién es quién en las mentiras?, que cada miércoles sirve para arremeter contra la prensa y de paso exponer datos personales o información falseada que pone en riesgo a los comunicadores señalados. Convenientemente en la mañanera siempre se apunta con el dedo a personas que cuestionan o denuncian desde la corrupción en la 4T hasta la falta de resultados de la administración lopezobradorista.
Así pues, mientras los nuevos políticos beneficiados con las mieles del poder festejan el onceavo aniversario del partido donde sólo un hombre designa candidaturas, los verdaderos representantes de la izquierda salieron a las calles a recordar que ante los crímenes de Estado no hay ni perdón ni olvido.