México es un país de muchos oligopolios agroalimentarios. La razón, más allá de los propios gandallismos nacionales, es lo rentable que son estas industrias cuando se integran verticalmente. Esto significa que delegan menos actividades a terceros, pudiendo ir hacia atrás –entrando a la manufactura de insumos–, o hacia adelante –ingresando en la comercialización.
Las ganancias son muchas cuando el que siembra trigo cobra a precio de galletas. No es malo, esta eficiencia permite abaratar costos en productos de primera necesidad, aunque concentra poder y dinero en pocas empresas sobre, de nuevo, productos de primera necesidad.
Una muestra de los perjuicios es la cantidad de dinero que amasan, que permite absorber competencia y adversarios, a la vez de depender menos de préstamos, de la bolsa de valores, que en teoría socializa las ganancias entre los accionarios.
Como ejemplo queda Bachoco, que compró a la poblana RYC (que no era poca cosa, con ventas de 150 millones de dólares anuales) y buscó desenlistarse de la Bolsa Mexicana de Valores para concentrar el poder de la familia Bours, los dueños mayoritarios. El plan bursátil era comprar todas las acciones flotando para darse de baja, pero no les salió al no poder comprar las acciones necesarias por ofrecer precios bajos.
Lo que sí les está saliendo es su integración vertical ¿Necesitan una salida para los cortes y desechos de la industria cárnica? Compran una empresa queretana de comida para mascotas; su nombre es irrelevante, pero le bastará saber que producen “Cat-rina”.
¿Necesitan mayor producción de cerdos, pollos o huevos? Compran una importante empresa sonorense porcina, invierten mil millones de pesos en Yucatán para granjas, o construyen una de las plantas más eficientes en Sinaloa por diez millones de dólares.
No por nada tienen más de mil unidades de negocios, y en Puebla capital quieren abrir 30 más. Su línea de tiendas “Mercado Bachoco”.
Apenas ayer el presidente municipal capitalino, Eduardo Rivera, inauguraba la primera tienda en San Baltazar Campeche, que se sumará a otras veintinueve inversiones por 135 millones de pesos. Esta primera tienda tendrá una amplia área de influencia, puesto que se concentra en una zona donde abundan los distribuidores de pollo, entre la 20 de Noviembre y el Mercado Emiliano Zapata.
Tan sólo en el municipio de Puebla existen, de acuerdo con los datos oficiales, 898 negocios dedicados a la venta y comercialización del pollo; entre abastecedoras, distribuidoras, pollerías y carnicerías. ¿Cuántas cree que no puedan con la competencia de quien tiene toda la cadena del pollo en su control? Especialmente ahora con venta directa al consumidor final.
El presidente municipal Lalo Rivera seguramente tiene buenas intenciones al atraer inversiones y empleos –mil 100 estimados–. Pero concentrar las dos proteínas más consumidas por el mexicano promedio, pollo y los blanquillos, en una sola empresa no debe tomarse a la ligera para la economía y dinámica social de nuestra ciudad.