Aunque en ambos casos se trata de un Poder Legislativo, las diferencias entre la Cámara de Diputados y el Congreso local son abismales, principalmente por las formas, el cabildeo y la disposición a negociar y llegar a acuerdos entre los diversos grupos y partidos.
Mientras en San Lázaro es claro que la soberbia con la que ha actuado el grupo mayoritario de Morena ha impedido el cabildeo y el diálogo, en Puebla se ha demostrado que es posible llegar a acuerdos entre los diputados de diferentes partidos políticos.
En la Cámara de Diputados, las reformas que han caminado lo han hecho por un mayoriteo simple que alcanzan los legisladores lopezobradoristas, es decir, no han logrado convencer a sus oponentes de que sus iniciativas son lo suficientemente buenas para los mexicanos y por lo tanto sólo entre los mismos morenistas se aplauden y aprueban sus ideas, buenas y malas.
Son también los representantes de la 4T los que en bloque y sin razonamiento alguno rechazaron mecánicamente todas las modificaciones (más de 250) que proponían los diputados federales de la oposición al PEF 2023.
En contraste, los presupuestos en Puebla, como el de Egresos, han contado con una discusión interna en las comisiones, con votos en abstención y también con el aval de diputados del PRI, del PAN, MC, PT y Morena.
En el caso se discutió la propuesta inicial, se invitó a la titular de Finanzas para que explicara las razones de ese proyecto y después se reasignaron más de 500 millones de pesos.
Esto ha sido posible porque se ha abierto el diálogo y se ha entendido que en la negociación si bien uno cede algo, también se obtienen beneficios compartidos.
En Puebla han sido varias las leyes que han contado con la mayoría calificada, es decir, el voto a favor de al menos dos terceras partes de los legisladores; sin embargo, lograr la misma mayoría calificada en San Lázaro es casi una misión imposible.
De entrada, la única ocasión que se recuerda es cuando, a través de la presión, el chantaje y la extorsión, se logró que los diputados del PRI, alineados por “Alito”, aceptaran y hasta propusieran la reforma para mantener por más tiempo a los militares en las calles, pese a los riesgos documentados por las constantes violaciones a los derechos humanos cometidas por los elementos armados en contra de los civiles.
En Puebla los diputados como Jorge Estefan, Sergio Salomón y hasta el propio Eduardo Alcántara han dado muestras de lo que debe ser un Congreso, un Legislativo que apueste a encontrar la mejor manera de hacer política, a través del diálogo, de ceder y de llegar a acuerdos en donde terminen ganando todos.
En esta lógica, parecen no desentonar personajes como Fernando Morales y Jimmy Natale, quienes han dado muestra de que saben hacer valer su voto individual, por mínimo que parezca.
He sido un crítico constante de pasadas legislaturas poblanas, y aunque está no se salva de yerros comunes, la realidad es comparado con lo que se vive en San Lázaro, el legislativo poblano parece un parlamento de otras latitudes.
Una situación contraria a la que se vive en San Lázaro en donde pelean como perros y gatos. La cerrazón del presidente Andrés Manuel, unida a la poca sensibilidad de gente como Nacho Mier han provocado que sea prácticamente imposible llegar a acuerdos.
Y que no digan las huestes lopezobradoristas que es histórico, porque en legislaturas como las de Peña Nieto o Felipe Calderón se lograron acuerdos de reformas estructurales gracias a que había sensibilidad, apertura y disposición a ceder.
Suena fácil, no lo es.