Estos días habrá sentido las agitadas respiraciones del Popocatépetl. Y aunque la actividad es poca, la ceniza está en todos lados de nuestra Angelópolis.
La ceniza es esencial para la vida en nuestro terruño, puesto que aporta químicos fundamentales para el desarrollo del ecosistema. Sin embargo, cenizas y explosiones volcánicas también puede tener los efectos contrarios, pudiendo generar edades de hielo.
Los efectos los vivieron nuestros ancestros hace no tanto. A inicios de los 1800s la explosión del volcán Tambora en Indonesia, la explosión más grande que ha registrado la humanidad, indujo una pequeña edad glacial.
Científicos y estudiosos tienen diversas teorías al respecto, pero una de las más aceptadas es una de las más lógicas: la cantidad de materiales suspendidos en el aire reflejaban los rayos del sol lejos del suelo.
Esta hipótesis fue puesta a prueba en abril del año pasado, en Baja California, cerca del Mar Cortés. Ahí, en un globo de casi dos metros comprado en Amazon, se colocaron algunos gramos de azufre junto al relleno de helio, mismo que lo hacía flotar.
En teoría el globo reventaría en el aire, liberando las partículas de azufre y reflejando los rayos solares, disminuyendo mínimamente la temperatura de la zona. El evento, más allá de su efectividad o no, marcó un hito. Fue el primer acto de geoingeniería solar llevado a cabo por un humano.
Dicho evento fue realizado por la empresa Make Sunsets (Hacer Atardeceres), que no es más que una minúscula firma de dos entusiastas emprendedores norteamericanos.
La firma logró encontrar fondos por tres cuartos de millón de dólares, lo que materializarían en un par de pruebas más en el estado de Baja California Sur. El runrún fue suficientemente fuerte para que llegara a oídos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México (SEMARNAT), y no les gusto nadita el tema.
En comunicado conjunto a mitades de mes, SEMARNAT y CONACYT condenaron muy enérgicamente a la geoingeniería solar, recordándonos que México firmó en 2010 un convenio en la ONU contra el despliegue de estas tecnologías a gran escala, cancelando todo experimento futuro. En el mismo convenio se acuerda el impulsar su estudio a pequeña escala, pero cada quien recuerda lo que le conviene.
En 1991 una erupción en Filipinas liberó miles de toneladas de dióxido de sulfuro al cielo, lo que se reflejó en una reducción de 0.5 grados a nivel global. Lo que probaría la teoría.
Pero también es cierto que una intervención a gran escala podría traer terribles desbalances a los ciclos de lluvias y patrones de clima en todo el mundo. Lo que prueba que tenemos mucho que investigar.
Eso sí, la empresa Make Sunsets ha sido abusiva como pocas. Sin avisar a autoridades ni comunidades y vendiendo “bonos de enfriamiento” a empresas internacionales.
Esto nos recuerda a la infame exploración del Popocatéptl del 1919, cuando se buscaba extraer importantes cantidades de azufre de Don Goyo. Ahí, se hicieron explotar 28 cartuchos de dinamita en el cráter, lo que desató casi tres décadas de explosiones y actividad sísmica. Qué difícil ser los mayordomos de la Tierra.