En el 2013 la película Her (Ella) ganó Óscar al mejor guion original con lo que hoy sería una idea simplona. La trama circula alrededor de un retraído hombre que se enamora de una inteligencia artificial y la dificultad de relaciones personales. Tantán. Claro, la obra es más acabada que eso, además de tener a Scarlett Johansson como la voz digital, pero el guion poco podría sorprendernos en día.

Noticias como el chatbot ChatGPT han posicionado como normales muchas posibilidades que hace pocos años no saldrían de la ciencia ficción. Un programa de computadora que entiende tus preguntas y te responde de manera natural. Normal.

Tecnologías –emergentes como entre nosotros– han cambiado lo que significa amor y amistad. Desde aplicaciones de teléfono, drogas, juguetes sexuales, y algoritmos para convertir el amor en un juego, las relaciones humanas jamás volverán a ser las mismas.

Las nuevas generaciones tienen a su disposición el abanico más grande en la historia para tener citas y conocer gente. Aplicaciones como Tinder y Bumble han tirado barreras socioeconómicas y geográficas para poner en contacto a personas que difícilmente se habrían encontrado. Otras como Grindr –pensadas para las diversidades sexuales– han posibilitado encontrar relaciones significativas sin las presiones sociales que se conllevan normalmente.

Pero en esta aplicación uno no puede comenzar a hablar con gente de manera directa, primero se le presenta una pila de perfiles –cual si fueran cartas– donde acepta o desecha cada una, esperando que el lado contrario haga lo mismo para establecer comunicación. Así, el “número de cartas” es limitado, aunque se puede pagar por mayores oportunidades, o para aparecer más arriba en su mazo de cartas.

Además, uno debe cargar ciertos gustos y preferencias, además de las sendas fotografías que deberán apantallar a la potencial pareja en pocos segundos. Todo para alimentar al algoritmo que nos irá sorteando hacia el azar.

Las posibilidades farmacológicas permiten experimentar las relaciones ya existentes a través de experiencias psicotrópicas de alto impacto. Terapias basadas en ayahuasca, hongos mágicos u otros químicos son soterradas realidades sociales.

También existen tímidos pero promisorios avances para “sanar” –recalcadas comillas– al forzar al cerebro a olvidar, basado en tratamientos para borrar eventos traumáticos en soldados; pudiendo borrar o hasta sustituir periodos completos con tal o cual expareja.

En México hay entre 15 y 25 millones de “pases de carta” en la aplicación Tinder… al día, a nivel global son más 1.5 mil millones. Es un futuro presente.

Las preguntas parten de realidades tecnológicas, pero las cuestiones son espirituales y personales. Como entendemos, medimos y valuamos el amor. Cantidad sobre calidad. Superficialismo y vanidad. Todo en contra de tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente. Aventura, solidaridad, familia, amistad, amor.

En el cruce del 14 de febrero no olvidemos encontrar el amor en nosotros mismos, en los brazos peludos de una mascota o –de ser posible– en los cálidos abrazos de pareja. Con o sin tecnología, amor es amor.