En la crianza del toro de lidia se combina la ciencia con el romanticismo. Los ganaderos parten de la genética, un área de la biología que estudia la transmisión de la herencia de genes mediante el ADN.

Para ello utilizan sofisticados programas informáticos donde se analizan datos de cromosomas de familias de toros y vacas de más de 150 años.

Mediante la estadística y el uso de la informática se pueden calcular probabilidades que ayuden a anticipar rasgos físicos, conductuales y hasta posibles enfermedades de las siguientes generaciones de bovinos bravos. 

Están presente también las creencias, querencias, interpretaciones, definiciones de bravura y las observaciones de los ganaderos.  De esta forma, la data objetiva y científica, se mezcla con la indagación subjetiva, la tradición y el gusto, a veces onírico, de quienes hacen la selección y las cruzas. 

La tienta es el laboratorio genético de una vacada brava. Como lo llama José Carlos Arévalo en su libro "Vida y lidia del toro bravo" (ANCTL, 2015), es el eje y motor de la ganadería. Ahí se evalúan los caracteres de comportamientos que configuran la bravura.

La tienta está al servicio de la genética, es decir, de la reproducción de la bravura. En una ganadería de toros de lidia se suele examinar a la totalidad de las hembras.

En la suerte de varas se prueba la capacidad de la becerra de crecerse al castigo y se contrasta con su estado de motricidad y fijeza; posteriormente, en la faena de muleta, se observa el desarrollo de la embestida.

El historiador, escritor y veterinario español Cesáreo Sanz Egaña se refería a la tienta como una experiencia científica por la cual se demuestra como el dolor no detiene la acometividad. Para él, "la firmeza del instinto de liberación es muy superior al efecto fisiológico del puyazo".

El ganadero observa la tienta con el conocimiento de todos los antecedentes del animal, mientras que los demás participantes (picador, toreros y aficionados) simplemente evalúan el juego del animal en el ruedo. 

José Carlos Arévalo en el mencionado libro "Vida y lidia del toro bravo" dice que en una tienta se deben evaluar las siguientes variables: movilidad, acometividad, fijeza, embestida al caballo con clase, embestida a engaños, fiereza, nobleza, fuerza, transmisión y la capacidad de crecerse.

Por invitación de don Ignacio García Villaseñor, ganadero de San Mateo, asistí a una tienta de machos. Una experiencia que resultó fascinante y aleccionadora. 

A diferencia de la tienta de hembras que se realiza en todas las ganaderías y en donde se examina al cien por ciento de las vacas, la tienta de machos es más polémica y son pocos los ganaderos quienes las llevan a cabo. 

En la tienta de machos no se torea, solo se analizan las cualidades de los erales en el caballo. Los toreros colocan a los becerros a cuerpo limpio. Dado que no pueden utilizar capotes o muletas, se auxilian de ramas con las que llaman la atención y enfadan a los animales.

El ejercicio es muy interesante porque se observan las distancias a las que acude el novillo y se puede evaluar la fijeza, movilidad, fiereza, fuerza y, por momentos, hasta la acometividad y la transmisión.

Algunos ganaderos prefieren no realizar este tipo de pruebas por el riesgo de que los animales se lastimen o se dañen un pitón. Otros ganaderos me han comentado que estos ejercicios pueden provocar que los toros se enteren y que, después, acusen haber estado en la plaza. Dicen que el toro puede recordar haber ido al caballo y eso suscitar que desarrolle sentido. 

En España la tienta de machos se realiza a campo abierto. La práctica es igualmente polémica. Don Álvaro Domecq y Díez en su libro "El toro bravo" (Espasa-Calpe, 1985) dice: "Yo he defendido siempre, y defiendo, las ventajas de la controvertida tienta de machos a campo abierto, que se lleva a cabo aún en algunas ganaderías de reces bravas de una forma ortodoxa, tradicional, y cada vez me convenzo más de sus ventajas".

Reconoce que la práctica ha tenido recalcitrantes detractores, entre los que se incluyen tratadistas como José María de Cossío, toreros y otros ganaderos.

Entre las razones por las don Álvaro defiende la tienta de machos está el poder picar a los erales bravos seis y hasta siete veces, con lo que se puede observar su capacidad para crecerse al castigo.

Dice, también, apreciar el estilo y forma en que embisten, si escarban o salen sueltos de la pica. Es posible analizar si empuja con los riñones o dan cabezazos, si son prontos y acuden con alegría o si acusan alguna querencia.

Para don Antonio Llaguno González la tienta de machos –a cuerpo limpio, con ramitas y en plaza de tientas como se realiza en México– era una herramienta fundamental en la crianza de ganado bravo.

Se sabe que muchos de los toros inmortalizados en la edad de oro del toreo mexicano, primero fueron sementales y después de tenerlos pareando unos años, don Antonio los mandaba a las plazas de toros. Antes de destinarlos a semental, era necesario observarlos en un tentadero. La tienta permitía también escoger la importancia de la plaza en donde serían lidiados.

En San Mateo las faenas de tienta, tanto las de hembras como las de machos, se realizan con un nivel de alta exigencia. La prosapia del hierro y la disciplina y autoexigencia de la familia García hace que todas las acciones se vivan con rigor y seriedad.

Se saben herederos y guardianes de los genes de uno de los encastes más importantes de la historia de la ganadería tanto en México como en España. 

Ignacio García Villaseñor y Marco García Vivanco son científicos genetistas, pero también románticos artistas, criadores y conservadores de una de las especies animales más bellas que conviven con el ser humano.