En español sabemos que la hache es muda, por lo que añadir esta letra a una palabra no afectaría gran cosa, o eso pudiéramos pensar al ver que CONACYT se convirtió hace unos días a CONAHCYT.

La nueva H dentro del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología está ahí por las humanidades. Así, la conversión al CONAHCYT se dio en la maratónica sesión del Senado de hace unos días, donde se aprobó sin controversias, comentarios o puntos en contra.

La titular del organismo, María Elena Álvarez-Buylla, lo explica más claro: “Necesitamos una ciencia alineada con lo que el presidente de la República ha conceptualizado como el humanismo mexicano”.

¿Qué es el humanismo mexicano? Un término que decidió fusilarse nuestro presidente para describir los supuestos principios políticos, económicos y sociales de su gobierno. El titular del ejecutivo lo sintetiza en frases que llenan la boca como “primero los pobres” o “amor con amor se paga”. Vaya usted a saber qué quiere decir con eso, puesto que esta administración está llena de incongruencias sobre esos temas.

No vaya a imaginarse que tiene algo que ver con la creación de la agrupación política nacional –primer paso para crear un partido político– llamada Humanismo Mexicano, que recibió el registro ante el INE el día de antier. Son solo de esas coincidencias.

Las principales quejas contra el anterior modelo ya se las puede ir imaginando. La ciencia era neoliberal. La ciencia estaba relacionada al mercado. La ciencia de antes estaba mal por ser ciencia aplicada, y el pueblo tiene ciencia básica y esa es la buena, única y real. De nuevo, solo la señora Álvarez-Buylla y el presidente sabrán a qué se refieren.

Claro, la directora del todavía CONACYT fue quien prometió la vacuna Patria contra el coronavirus en 2020… y 2021… y 2022… y es 2023 y no hay ni un solo lote siendo aplicado en el país.  ¿Cómo es que las buenas intenciones del gobierno no pudieron empatar con el desarrollo de las terribles vacunas neoliberales? Porque la ciencia es un componente más del mercado, se rige por demanda, oferta, inversión y retornos.

Hace muchos siglos dejamos de lograr hitos tecnológicos y científicos al caernos manzanas en la cabeza, meternos en tinas de agua o mezclar azarosamente cosas en los laboratorios (bueno, esto último sí que sigue pasando, pero así es la caprichosa suerte). La ciencia –la que sirve para ayudar a la humanidad– cuesta, y millones de millones de dólares en equipos, insumos y la contratación de las mentes más brillantes de nuestros tiempos.

¿Injusto? ¿Inmoral? El juicio final es suyo, pero el gran motor de la humanidad es la subsistencia y luego la superación personal.

¿Es únicamente a través de la ciencia aplicada que mejoraremos como especie? No. La alta política debe entrelazarse con la sabiduría para conducirnos de manera consciente en la época más revolucionaria de la humanidad. Pero hacia adelante, intentando domar al caballo desbocado del interés de muy pocos para buscar levantar a los más oprimidos del mundo. Ese es el objetivo de la ciencia, concediendo, con tantito de H de humanidad.