Los festejos por la Batalla de Puebla fueron el escenario perfecto para que el gobernador, Sergio Salomón Céspedes realizara una serie de anuncios que serán auténticos triunfos para los poblanos.  

Tras el escándalo desatado por el pago de 2 mil 700 millones de pesos al SAT informó que su administración logró la devolución de 1 mil 600 millones del crédito fiscal, una bocanada de oxígeno para las finanzas públicas.  

La habilidad política y negociadora del gobernador no quedó en eso. El anuncio del paquete de obras emblemáticas de su administración, como la línea 4 de RUTA, una nueva central camionera, la construcción de dos distribuidores viales y la rehabilitación de la red carretera estatal; son parte de esos acuerdos con la federación, que le permitirán acceder a fondos por más de 4 mil millones de pesos.  

Fueron tan estruendosos los anuncios realizados en la mañanera del pasado viernes, que casi opacaron la integración de Puebla al programa del IMSS-Bienestar.  

La relación entre Céspedes Peregrina y Andrés Manuel goza de cabal salud, tanto que fue el propio AMLO quien reiteró su respaldo al gobierno de Sergio Salomón.

Y llegamos a los 22 años

Cada noche es un nuevo reto. Es difícil entender dónde inicia y dónde terminará cada edición, sin embargo, durante 22 años Intolerancia Diario se ha consolidado.  

El periódico que amablemente usted pide a su voceador, compra en el quiosco o descarga por internet, ha visto un sinfín de cambios: sociales, políticos y hasta tecnológicos.  

En este día tan especial, quiero agradecer a todas las personas que se tomaron un momento para mandarnos un tuit, escribirnos un post, comentarnos o llamarnos para felicitar al equipo que diariamente trabaja para entregarle las noticias más importantes de Puebla.  

Y ya entrados en nostalgia, quiero rescatar una de las primeras anécdotas que vivimos en esta casa editorial y que conté en esta misma Contracara, en 2004, cuando Intolerancia Diario cumplía sus primeros dos años.

La historia de un engendro 

Transcurría la tarde del primero de mayo de 2001 y la incipiente redacción de Intolerancia Diario trabajaba a marchas forzadas para sacar su número cero.

Los gritos de Mario Alberto Mejía retumbaban tanto o más que los míos. 

Las horas pasaban y el parto se retrasaba más y más.

Por ahí de las once de la noche, el caos se apoderó de todos. 

Reporteros, fotógrafos, correctores y metiches se paseaban por todos los rincones, mientras el niño permanecía atravesado. 

Con la luz del sol como testigo, se cerró el último pliego y me encaminé a la planta de impresión, en donde esperé impaciente la llegada del primer ejemplar de Intolerancia. 

Igual de impacientes, todos —casi sin dormir— en las oficinas del diario esperaban con ilusión la llegada del número cero. 

Recuerdo que el reloj estaba por marcar las once horas, cuando recibí de un prensista la esperada edición. 

Lo veía y no lo creía. 

Era horrendo. 

El formato muy pequeño, las notas arrevistadas, el diseño 

acartonado, etcétera, etcétera. 

¡Nos van a crucificar!, pensé sin externar palabra. 

Pero venía lo mejor. 

Faltaba que lo vieran los demás —incluido Rodrigo López Sainz—. 

Tras entregarlo, el desencanto llegó. El resultado no podía ser otro: como todos los recién nacidos, nuestro hijo era horrible. 

Una junta de emergencia nos obligó a guardar la edición completa y alargar la presentación del diario para cinco días después. 

Fue hasta el 7 de mayo cuando envalentonados decidimos poner en circulación y a juicio de los poblanos el primer número de Intolerancia. 

Y de ahí pa’l real”.