Hace un siglo, en China, el opio ejerció un control tiránico sobre la población, llevando a una decadencia que terminó con el desmoronamiento de una dinastía imperial de dos mil años. Esta invasión de drogas fue un instrumento político de parte del Reino Unido en el contexto de una guerra comercial.

Cien años de humillación nacional después –como lo llaman los chinos– la jugada se revierte, ahora contra Estados Unidos, en forma de precursores químicos hacia México para producirles fentanilo. Tan solo el año pasado murieron cien mil personas en el país del norte por su sobredosis.

Las drogas no son herramientas ajenas a los estados. Siria, el país árabe del oriente próximo, tiene en el captagon una fuente de ingresos y una bomba de inestabilidad social. Y es que el captagon –una anfetamina– es la droga de elección en países como Arabia Saudí, Malasia o el Líbano.

En estas historias que se entrecruzan, se encuentra un denominador común: el poder corruptor y seductor de las sustancias adictivas.

Vamos por la vida buscando momentos para recibir la recompensa hormonal de algo de serotonina, endorfina, dopamina u oxitocina. Que ahora ejercicio, ahora medita o toma el sol. Todo lo hacemos con el afán de recibir un tantito de hormonas que llamaremos felicidad.

El atajo de una droga para evitar el engorro de tener que hacer algo por la felicidad suena seductor. Aunque le faltará aquella trascendencia.

Alcohol, cocaína, nicotina u opioides. Es fácil caer en aquellas garras, con alto grado de dificultad para dejarlas. Aunque puede existir una nueva alternativa, otra droga por supuesto.

Ozempic es el nombre de la presentación más popular de una molécula llamada semaglutida, diseñada para replicar una hormona que estimula la insulina desde el páncreas. Un tratamiento que puede imaginarse fue diseñado para tratar a diabéticos.

Había algunos efectos negativos, incluyendo pérdida del apetito y desaceleración del aparato digestivo, que en la mayoría de los casos no era mal visto en el contexto diabético. Podrá imaginarse que rápidamente la droga comenzó a ser recomendada para perder peso, con pérdidas de 4-5 kilos en cuatro meses sin hacer nada.

La droga ahora ha sido reportada también como posible tratamiento contra las adicciones. No solo las más comunes –de inyectar, beber e inhalar–, pero algunas más etéreas. Como comprar impulsivamente o morderse las uñas.

Esta solución casi mágica está al alcance de su tienda farmacéutica más cercana, costándole una cajita de cuatro dosis más de cinco mil pesos. Cara, aunque disponible y a la mano de algunos. Una solución casi mágica para un problema cotidiano y casi menor.

El progreso avanza implacable y cada vez agranda las brechas entre los beneficios que obtiene la sociedad de los avances científicos. Aceleradamente comenzaremos a ver en los estantes soluciones químicas y biotecnológicas para los problemas más mundanos, desde regeneración del cutis, blancos más blancos, hasta probióticos para un intestino con horario suizo; para quien le alcance.