En Puebla se siembra una superficie de café comparable al país de Singapur, 72 mil hectáreas que demuestran la importancia del cultivo para nuestro estado. La mitad de la superficie está distribuida en un puñado de los municipios cafetaleros poblanos: Xicotepec, Zihuateutla, Cuetzalan del Progreso, Hueytamalco, Jalpan, Jopala, Tlacuilotepec y Tlacotepec.

Los ocho anteriores se suman a otros puntos de nuestra geografía para alcanzar 54 municipios cafetaleros, que comparten características geográficas necesarias para la cafeticultura provistas al estar sobre las Sierras Madre del Sur y Oriental con las llanuras costeras del Golfo enfrente.

Abundante suministro de lluvia y pendientes suficientes para drenar los excesos de agua, una lógica de cultivo que tienen otros productos aromáticos, como las hojas de té.

Esto, junto climas benignos y buenos suelos, producen en nuestro estado más de doscientas mil toneladas de café cereza, aquella presentación recién bajada del cafeto y que debe pasar por varios procesos antes de terminar en una taza.

Todo está muy bien, pero representa tremendas labores para la gran mayoría de los productores, quienes poseen pequeñas parcelas localizadas en las superficies más accidentadas de sus comunidades.

La labor mecánica es casi imposible, tanto por los inclinados ángulos como por la delicadeza del cultivo, mientras que la ayuda animal muchas veces es inaccesible e ineficaz tanto por economía como por leyes de la física. Así, las labores de plantar, fertilizar, podar y cosechar deben ser realizadas directamente con fuerza humana. La más inquebrantable, pero también la más irremplazable e ineficiente.

Todas son demandantes en energía y turno, si no se realizan a tiempo se pierde el ciclo, por lo que los trabajos son agotadores. Derrotadas las vías terrestres con todas las locomociones posibles, es necesario conquistar por la ruta aérea, o sea drones.

Las hélices de los drones actuales cargan una serie de instrumentales y equipos donde fertilizar laderas por aire es una de las tareas más mundanas que puede ofrecer la batería de herramientas que presenta la agricultura de precisión.

Cámaras termales permiten evaluar estrés hídrico o distribución del riego. Cámaras multiespectrales para monitorear plagas y enfermedades e identificar deficiencias nutricionales del suelo. Terminales láser LIDAR que van etiquetando árboles individuales mientras se mapea a alta resolución las superficies. O sensores biológicos para identificar microorganismos del suelo.

Todo lo anterior, en una buena parte de los casos, ya se hace. A través de jornaleros, ingenieros, laboratorios y horas hombre contratadas. Algo así como llevar calculadora, reproductor de CDs, cámara fotográfica y cientos de artilugios más en tiempos del celular.

El valor generado directo en la superficie cafetalera poblana el año pasado fue de 1.4 mil millones de pesos. Mientras, en la misma superficie, Singapur país 7 del mundo en el índice de innovación global– engendra un producto interno de más de quinientos mil millones, pero de dólares.

La transferencia de conocimientos es un proceso complejo, precisamente por eso estas adopciones deben ser primero transmitidas hacia los grupos más desfavorecidos. Quienes típicamente cargan desventajas socioeconómicas históricas y se les aplica el inmoral camino de repetir toda la línea evolutiva de la tecnología y sufrir los costos de la ineficacia en estos tiempos.