Hasta ahora los terrestres depósitos mineros del mundo han satisfecho nuestras necesidades. Pero a medida que avanzamos hacia la descarbonización, la demanda de metales limpios se dispara, hasta seis veces más de lo que tenemos actualmente.
A miles de kilómetros al sureste de Hawái, en la zona Clarion-Clipperton, en su lecho marino, a miles de metros bajo la superficie, se encuentra un tesoro de metales y minerales por valor de miles de millones de dólares. Las estimaciones sugieren que hay más de estos metales en la zona que en todos los depósitos terrestres combinados.
Metales esenciales para la fabricación de todo, desde cables eléctricos y acero inoxidable hasta motores de automóviles, computadoras y teléfonos, cómodamente depositados en el lecho del mar en forma de pesados nódulos. Como resultado, la carrera hacia el fondo marino se ha intensificado, con 16 barcos de exploración representando a diversos países y empresas privadas buscando explotar esta zona.
Para regular la minería en altamar, la ONU adoptó leyes que requieren que los beneficios sean para toda la humanidad, consideren a los países en desarrollo y protejan el medio ambiente; definiendo la soberanía de los países en las aguas cercanas a sus costas y las zonas económicas exclusivas más alejadas. Sin embargo, aproximadamente el 72% del océano profundo se encuentra más allá de la jurisdicción de cualquier país.
El organismo encargado de regular la minería en alta mar, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), se enfrenta a dos preguntas críticas: ¿Vale la pena luchar contra el cambio climático a expensas de daños ambientales irreversibles? Y, ¿deben unos pocos países beneficiarse de un recurso natural compartido solo porque fueron los primeros en llegar?
Este espacio marítimo puede definir el futuro minero de la humanidad, lo que significa una sola cosa: que México se va a perder la oportunidad. Y de esos pastelazos históricos, deje le platico.
La zona Clarion-Clipperton lleva su nombre de dos islas homónimas, una al sur y otra al norte. La Isla Clarión está en Colima, perteneciente al grupo de las Revillagigedo. Mientras que la Clipperton está a mil kilómetros de Michoacán, pero la isla la perdimos ante Francia por un pésimo arbitraje internacional hace menos de cien años por no querer llevarle la contraria al rey de Italia de entonces. Este fue el último territorio que perdió el México moderno.
Los mares del planeta se han convertido en una fuente crucial de recursos. La pérdida de soberanía sobre Clipperton implica que México renuncia a una porción de su influencia y control sobre esta región marítima.
Pero lo más relevante es ser un reflejo, la pérdida de Clipperton muestra una tendencia histórica en la política exterior de México: la falta de una estrategia coherente para la protección de sus intereses en el exterior. A lo largo de la historia, México ha sido renuente a ejercer un papel protagónico en asuntos internacionales, a menudo relegando sus responsabilidades a organismos multilaterales como la ONU.
Los mexicanos tenemos miedo de lo diferente, de lo que nos saca de nuestra mínima casilla de confort. Nos mata el pánico del extranjero, del idioma diferente, de las costumbres distintas, de los otros rostros. Así, preferimos escurrir la cabeza entre la tierra como timorata avestruz, dejando que el mundo nos despoje de todas las oportunidades que nuestros ancestros, geografía y providencia pusieron en nuestro camino. Ay es que habla francés, dile tú.