Ha pasado más de mes y medio desde que en un acto de aparente preocupación por la seguridad en los mercados de la ciudad, el Cabildo capitalino decidió trasladar la Dirección de Mercados de la Secretaría de Economía y Turismo a la de Gobernación.

La Comisión de Gobernación, encabezada por Miguel Ángel Mantilla, aseguró que la mudanza facilitaría la negociación con los líderes de los mercados y refrendaría la seguridad. Recuerde que estamos hablando de los grandes mercados de Puebla, el eslabón más importante del campo con la ciudad. ¿El resultado? Un espectáculo que bien podría compararse a apagar un fuego con gasolina.

En pleno 31 de octubre –junto a las ánimas de los no-bautizados– se regresaron cuatro almas extras, las del multihomicidio del Mercado Morelos. Tres personas más se quedaron a medio camino, existiendo solamente con heridas. Ah, y de paso la Fiscalía del Estado encontró un sujeto secuestrado, que de no haber sido liberado segurito terminaba en el Mictlán a final de semana.

Días después, el fiscal del estado Higuera Bernal informó que la balacera fue por el control administrativo del mercado Morelos. Y uno jurando que ese se lo habían pasado a gobernación municipal.

Este trance entre narcomenudistas y mayoristas (faltaría más, estamos hablando de centros de abasto), secuestradores y cobradores de rentas, corre paralelo –y en tramos encimado– otro buen relajo.

En un conflicto que podría organizarse en relevos australianos, locatarios de la Central, tianguistas de La Piedad Nacozari e integrantes de la 28 de Octubre han reñido en el cuadrilátero de la Vía Corta Chiautempan con los granaderos estatales y municipales de Tirantes.

Algunos actores han intentado acercar ramas de olivo, como modestas ofrendas de paz en forma de agua embotellada para los damnificados de Guerrero vía la estatal Secretaría de Gobernación. Lágrimas sobre una fogata.

Ayer, tras la reapertura del Parque del Arte, el gobernador fustigó la nulidad de la policía municipal y cuestionó la estrategia de seguridad en la capital. Claro, aderezando con advertencias de no distraerse en otros temas cuando la gobernabilidad debe ser prioridad.

Los lugares al ser cooptados para la venta y consumo de drogas –picaderos pues– se corrompen. Hace dos semanas siete fueron masacrados en Canoa. En los más de 30 mercados metropolitanos puede pasar a darle un toque al foco sin mayor problema.

Hay otros sustos que penden de un hilo. Por un lado, la inflación en alimentos se ha estabilizado en una tendencia hacia abajo tras ¡31 meses! fuera de rango, con el riesgo de que una prolongada guerra en Israel-Líbano lleve a otra espiral de locos.

Tristemente el mayor susto no viene de espíritus de ultratumba, sino de los propios vivos. La tragedia en Guerrero ha germinado lo mejor y peor de la gente, con situaciones como kilos de tortilla a 150 y cartones de huevo a 250. El infierno somo nosotros, a ver si el siguiente año que vengan nuestros muertitos se encuentran algo mejor.