En el tablero de la Madre Naturaleza el cambio climático llegó a barajar las cartas. En esta partida, los riesgos menos visibles se ocultan en las sombras, esperando pacientemente su turno para sorprender.
La amenaza no es otra que los molestos mosquitos, especialmente los de la especie Aedes. Aquellos especializados en transmitir dengue, fiebre amarilla, Zika, Chikungunya, entre otras. Este mosquito es de África, aunque la globalización lo coloca hoy en todas las regiones tropicales y subtropicales del mundo. Pero solo en esas zonas…
Donde antes la naturaleza era escudo, ahora se vuelve cómplice. Los mosquitos traspasan fronteras antes inquebrantables, encontrando en la alteración del clima su cómplice más pérfido. La cosa es clara. Hace más calor, por más tiempo, y en lugares donde antes no. Esto ha ampliado enormemente los hábitats posibles de este zancudo con rayas blancas en las patas.
Los números ayudan por su contundencia. En México este año hemos tenido arriba de 400% más casos de dengue que el año pasado. Y en todos los estados del país, menos Zacatecas.
Puebla no se ha quedado atrás en el dengue. Ahora, el mosquito está en 105 de los municipios. Esta cifra no asusta tanto, aunque la incidencia la recomiendo leer sentado. A estas alturas del año pasado teníamos 110 casos, ahora, llevamos ¡2,753! Lamentablemente, los decesos han acompañado el incremento, si bien no tan alarmante. El año pasado murió una persona, este llevamos cinco.
Parecería contraintuitivo, este año la letalidad es la mitad que el año pasado. Esto se explica por la pronta atención que ha prestado el gobierno del estado, principal coordinador de las acciones en contra del dengue. Ya veremos si con la centralización en la Federación siguen los resultados.
No obstante, esto es insostenible. Las proyecciones para Puebla del año que sigue apuntan a más de 600 casos semanales para agosto. Yucatán, el estado con más casos este año (9,400) pronostica más de 5 mil semanales para las mismas fechas.
Campañas de descacharrización, limpieza de patios, nebulizaciones y demás acciones son insuficientes para un reto así de amplio.
Las “pastillas” contra el dengue están en camino, con Johnson & Johnson anunciando un muy prometedor avance de un tratamiento… que se debe tomar par de veces al año, antes de que te pique obviamente… y resultando en un negocio redondo para las farmacéuticas. Necesitamos ser más audaces.
En medio de la constante batalla entre el ser humano y todo lo que nos puede matar en este mundo, la ciencia, una vez más, despliega una solución que parece sacada de un cuento de ciencia ficción.
Gestado en las entrañas de la ingeniería genética, los investigadores han orquestado un método que libera machos con la edición de un gen encargado de la fertilidad. Así, su descendencia será esteril, controlando y disminuyendo su población de manera generacional. Sin químicos o insecticidas. Pero condenando a la desaparición a toda una especie.
¿Somos benevolentes dioses diseñadores de un nuevo mundo sin las picaduras que matan a 750 mil personas al año, o estamos desatando fuerzas que, como Pandora, escaparán de nuestra supuesta caja de control genético? Las dudas éticas se entrelazan como los genes mismos, y nos preguntamos si en nuestro afán de erradicar un problema, no estamos sembrando las semillas de nuestra propia cosecha de consecuencias imprevistas.