Hoy, lamentablemente, la dualidad entre el enfoque de seguridad empresarial y la precaria gestión en la Central de Abastos de Puebla refleja un desequilibrio alarmante en las prioridades gubernamentales. Mientras se implementan y cacarean -recién ayer- estrategias de vigilancia intensiva en grandes empresas a través de "Empresa Monitoreada", la situación desatendida y caótica en la central exhibe una dolorosa negligencia en la administración de uno de los pilares fundamentales en el abastecimiento local.
El contraste entre la atención enfocada en negocios prominentes como Oxxo, Elektra, Coppel y otros, frente al descuido manifiesto en la gestión de un nodo vital de distribución como la central de abastos, es un fiel reflejo de la disparidad en la consideración y el compromiso gubernamental hacia distintos sectores. A la vez que se despliegan herramientas tecnológicas y recursos para la protección de ciertos comercios, la desatención en un espacio crucial como la central de abastos tiene repercusiones devastadoras en el suministro local y en la economía regional.
Mientras el edil capitalino -Eduardo Rivera- busca congraciarse con el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y las 42 sucursales que tendrán vigilancia especializada, la Central de Abastos vive una terrible zozobra en pleno día de renovación de su consejo. Comicios donde sólo votan los bodegueros, quienes a su vez son dueños de las naves.
La longevidad decrépita en los cargos parece convertirse en una constante enrarecida que se cuela entre los pasillos de la gestión pública. La normativa sobre el Consejo General de la Central de Abasto, dictada por el ayuntamiento capitalino, dice que solo se pueden dos periodos de tres años. Los del consejo actual llevan más de 10.
Los empresarios y bodegueros, conscientes del inmovilismo que tal situación conlleva, claman por una renovación, reclamando no solo el apego al reglamento municipal, sino también el deseo impostergable de atender las urgentes necesidades del lugar.
Y el enojo de los bodegueros no es gratuito. Han visto poco a poco como se les desmorona la estabilidad social y económica de la zona, no se diga de infraestructura.
Las calles aledañas e interiores tienen vialidades dignas de un escenario de guerra; pasar por la 104 poniente o la Avenida de los Comerciantes es un reacomodo de vértebras por lo deplorable de la pavimentación. Las bodegas parecen más crujías de Lecumberri que un espacio profesional para intercambiar bienes agropecuarios. E ir a la Central en lo general es una experiencia más peligrosa e incómoda de lo que debiera ser ir… al mercado.
Si le suma que el ayuntamiento de Lalo Rivera dobló las manitas ante la 28 de Octubre, y les otorgó ilegalmente un área común de la colonia Jorge Murad tras manifestaciones chantajistas, podrá imaginar el descontento tanto de los bodegueros como de los compradores, que ahora deben de hacer machincuepas para entrar desde San Pablo del Monte.
Hoy es la votación para la renovación del Consejo de la Central de Abasto en Puebla, y aunque no sabemos el resultado y se anuncia como una jornada democrática, los resultados de reserva reflejaran un paisaje más apestoso que los basureros de la propia central.