En el inmenso circo de la existencia humana siempre hay un número limitado de payasos dispuestos a tomar la pista y dirigir la función. En este caótico espectáculo llamado sociedad, nos encontramos constantemente en la búsqueda de esos seres excepcionales que liderarán nuestras naciones o nos sorprenderán con sus genialidades tecnológicas.

Es innegable que cada comunidad, por pequeña o grande que sea, anhela la guía de un líder. Es como si estuviéramos programados para buscar a alguien que nos muestre el camino, que nos haga sentir seguros en medio de la incertidumbre y que, con su visión, nos inspire a alcanzar lo inimaginable.

Sin poner un solo nombre, ¿cómo encontrarlos entre la multitud? La presión por encontrar líderes y genios capaces de llevar a las naciones hacia adelante se ha convertido en un terco desafío.

¿Dónde se encuentran estos seres excepcionales? ¿Nacen o se hacen? La respuesta, como tantas veces en la complejidad humana, es una mezcla turbia entre ambas posibilidades. Los líderes nacen con una chispa innata, pero son moldeados por su entorno, sus experiencias y las circunstancias que enfrentan.

La prueba PISA (aplicada por la OCDE) mide las capacidades de lectura, matemática y ciencias de los jóvenes de docenas de países, tabulando sus aptitudes en módulos del 1 al 6 en creciente dificultad. Si el alumno no puede terminar el primero módulo, no puede resolver problemas fundamentales como entender un párrafo o hacer cálculos sencillos. Si termina el quinto o sexto módulo, el alumno es de excelencia.

El debate pedagógico lo puede dejar a un lado. Sin las tres competencias anteriores uno no puede competir ni aportar valor en el mundo real, este en el que vivimos usted y yo, decida lo que decida hacer con su vida.

En matemáticas México tiene 0.2% de sus jóvenes en el nivel 5. Y estadísticamente no hay suficientes para dar el mínimo porcentaje en el nivel 6.

En el rango de edad que se evalúa PISA existen generosamente unos 11 millones de jóvenes, lo que significa que hay unos 22 mil mexicanos que en algunos pocos años deberían apropiarse de las riendas de este país. ¿Cree que nos alcancen?

No piense solo en científicos de bata, arrumbados en un laboratorio. De esta excelencia académica e intelectual deberían emerger nuestros políticos, servidores públicos, maestros, ingenieros, empresarios, humanistas, filósofos y todas las expresiones de riqueza culta que puede aspirar a tener un país del tamaño e historia como México.

Un baile entre la necesidad y la admiración, entre la incómoda realidad de depender de unos pocos y la fascinación por lo que estos pocos pueden lograr. En un país donde 66 de cada 100 mexicanos no pasan del módulo 1 de matemáticas, el baile apunta a una mediocre coreografía.