Estamos en un baile de máscaras tecnológicas, donde apenas uno se va familiarizando con un rostro, aparece otro. Las baterías de sodio, que suenan más a ingrediente de cocina que a revolución industrial, comienzan a despegar con abundantes promesas de una nueva revolución en el almacenamiento de energía.
El litio, el elemento estrella de las baterías eléctricas, está viendo cómo el modesto sodio, primo de la sal de nuestra cocina, le está robando escena. ¿Por qué? Resulta que la misma tecnología usada para las pilas de litio puede funcionar si se usa como materia prima un compuesto de sodio. El sodio es más abundante, más barato y, por tanto, más accesible para la transición de electrificar al mundo. Pilas para celulares, coches y edificios.
Este cambio, aunque técnico y quizá aburrido para los que no se deleitan en los matices de la química, es en realidad una parábola de nuestros tiempos: justo cuando pensábamos que habíamos asentado las bases de nuestra próxima gran era, la tierra se mueve bajo nuestros pies.
No hace mucho el candidato morenista a la gubernatura del estado, Alejandro Armenta Mier, atrajo gran atención mediática a nivel nacional con sus legislaciones alrededor del litio. Desde “la nacionalización” de la materia prima, la creación de un organismo descentralizado —LitioMX— para administrarlo, una manita de gato a la Ley Minera, y demás propuestas para pasar al Estado la completa rectoría del “oro blanco”.
El momento era espectacular para el litio, pues la tonelada se cotizaba en 1 millón 150 mil pesotes. Armenta tenía bases para decir que con el litio íbamos a pagar la deuda externa. Los cálculos esperaban que la industria dejara 58 billones de pesos, haciendo ver como a cambio de las tortillas los 4.4 que se debían de deuda externa en ese momento.
Hoy esos sueños de litio se han esfumado cual de opio, aunque la carrera por la gubernatura —partiendo como favorito— no es mala consolación para Armenta. El litio ha perdido 80% de su valor de ese momento a ahora en una caída libre multifactorial.
Desde la aparición de tecnologías competidoras (como las pilas de sodio), un frenesí global por nuevas fuentes, hasta ciclos económicos en China. Siendo muchas de estas carambolas impulsadas por otro reacomodo tecnológico, el de los autos eléctricos.
Las pilas de sodio están en pañales en cuestión de masificación, así como los desafíos que aún enfrentan los autos eléctricos: infraestructura inadecuada, cadena de suministro global llena de incertidumbres y, lo más importante, una crisis climática que no espera a que resolvamos nuestros dilemas tecnológicos.
Aun así, si le han enseñado que la “sobrepoblación es dañina y que los humanos consumimos todos los recursos” recuerde que los verdaderos límites no son los recursos, pero el conocimiento para usarlos y reusarlos.