En la inmensidad del espectáculo y la pasión que despierta el fútbol, se desliza, casi inadvertida, una jugada maestra que bien podría redefinir en México el juego fuera de las canchas: la bursatilización del Club América.

La historia económica de México, tan rica en episodios como la mismísima Liga MX en emociones (sarcasmo), ha mostrado una notable reticencia hacia la bursatilización. Empresas nacionales, gigantes en su derecho, han mantenido una distancia prudente, si no es que escéptica, de los mercados de valores. La jugada del América no es solo una novedad, sino un desafío a la tradición, un cuestionamiento a la forma en que las empresas mexicanas se financian y, más profundamente, a cómo se percibe la participación popular en las grandes ligas del capital machuchón.

No es secreto que el modelo capitalista, con todas sus imperfecciones y desafíos, ofrece en teoría un mecanismo de redistribución de la riqueza a través de dividendos y la participación accionaria. Sin embargo, esta teoría parece resonar poco en el imaginario económico nacional, donde el temor a la transparencia y al escrutinio público pareciera ser el gran portero a vencer.

Ahora usted, por el módico precio de 28 dólares por acción, centavos arriba o abajo de acuerdo a la cotización, puede codearse al lado de Emilio Azcárraga y llamarse dueño del América. Dueño parcial, pues existen 340 millones de acciones y el Águila Mayor tiene unos 54 melones de ellas.

Salir a la bolsa no es cosa fácil, pues todas las operaciones internas deben ser abiertas y auditables, suficientes para darle certeza a los inversores. El «Amécira» logró hacer esto en buena parte por haber sido parte de Televisa, una empresa que ya cotizaba en la bolsa y tenía bien ordenada la casa.

Televisa, junto a sus otras empresas como el cable Izzi o el proveedor satelital Sky, en el tercer trimestre de 2023, ingresaron más de 18 mil millones de pesos, con más de 400 registros de marcas detrás. Amateurs no son.

Azcárraga, al abrir las puertas de su club a la inversión pública, no solo amplía su base de aficionados-propietarios, sino que también invita a una reflexión sobre el papel que el ciudadano común puede jugar en las grandes ligas de la economía. Este movimiento podría ser la chispa que encienda una nueva conversación sobre la economía mexicana, una conversación que está urgida de nuevos narradores y, por supuesto, de nuevos jugadores.

Ya ni hablamos de que el Puebla pueda acceder a estas modalidades de inversión, pues la Franja se mantendrá como el único equipo de la Liga en no tener una infraestructura con director deportivo, luego de ser rechazado por Nacho Palou, como lo informó puntualmente el único diario deportivo de Puebla, GRADA.

La historia de Ollamani (empresa holding del América) y su salto a la bolsa nos muestra que es posible, que hay caminos que, aunque están llenos de auditorías, reportes financieros y esa transparencia que tanto asusta, también están llenos de posibilidades. ¿Será que finalmente entenderemos que el mercado de valores no es sólo un juego de ricos, sino una herramienta que, bien utilizada, puede contribuir a redistribuir la riqueza en forma de dividendos?