El graso y delicioso manjar verde del aguacate mexicano, que ha conquistado paladares en todo el mundo, enfrenta una nueva amenaza que trasciende su popularidad culinaria, y lo sumerge en el terreno turbulento de la política e inseguridad. Este reciente bloqueo de las exportaciones de aguacate mexicano a Estados Unidos no solo reaviva viejas tensiones, sino que también expone los profundos retos que enfrenta este preciado fruto en el mercado norteamericano.

La razón del bloqueo se dio el fin de semana pasado, en Paracho, Michoacán, cuando dos inspectores fueron retenidos y golpeados por comuneros del pueblo. En febrero de 2022, el aguacate mexicano ya había sufrido un trance similar.

La agresión en ese momento a inspectores estadounidenses en Uruapan provocó un bloqueo temporal de las exportaciones. Este incidente, que reveló un patrón de violencia que ha plagado la industria aguacatera, rebotó en Puebla, pues la disputa en ese momento se dio al intentar pasar aguacates poblanos como michoacanos. Algo que por sanidad vegetal está prohibido.

Este bloqueo reciente, sin embargo, no puede ser visto simplemente como una medida de seguridad. Detrás de la decisión de Washington hay un entramado complejo de intereses económicos y políticos. Desde hace tiempo, ha existido un lobby poderoso en el Senado estadounidense que busca frenar la importación de aguacates cultivados en terrenos devastados ilegalmente.

Argumentan —correctamente— que el cultivo del aguacate en estas áreas contribuye a la deforestación y al daño ambiental, un discurso que resuena en un contexto global cada vez más consciente de la crisis climática. En febrero de este año esta narrativa ganó fuerza, cuando el embajador de Estados Unidos en México expresó su apoyo a la prohibición de aguacates provenientes de huertas ilegales.

López Obrador no tardó en reaccionar a la medida de este fin de semana. En su habitual tono combativo, calificó el bloqueo como una «medida unilateral» y señaló que «ahora se enrarece todo por las elecciones»; las estadounidenses pues.

En 2022, cuando bloquearon el aguacate, respondió que todo era porque otros países querían el mercado del aguacate mexicano. Sus respuestas, cargadas de sorna y malicia, reflejan la frustración de un país que ve cómo uno de sus productos estrella se convierte en rehén de disputas que van más allá del precio.

Hace dos años se tardaron una semana para destrabar el tema (perdiendo la industria nacional unos 50 millones de verdes), ahora veremos cómo nos va. La prohibición solo afecta a Michoacán —por décadas el único estado con permiso de exportar— lo que deja manga ancha al aguacate de Jalisco para cotizarse en el mercado. Puebla, cuna histórica del aguacate, duerme el sueño de los mediocres en el complicadísimo proceso para exportar; habrá antes avocados from EDOMEX.