Lo que queda claro es que la administración saliente, en su afán de transformar (sic) al campo mexicano, nos deja una serie de «misiones cumplidas» que parecen más bien episodios de una novela negra, con un guion de sorpresas como sólo México puede ofrecer.

SEGALMEX es el emblema del fracaso administrativo de este sexenio. El fraude detectado —un agujero negro donde desaparecieron norte de 15 mil millones— nos muestra la verdadera cara del poder: la impunidad. Ignacio Ovalle, el artífice de este monumental desfalco, sigue libre, paseándose por los pasillos del Instituto Nacional para el Federalismo sin una sola investigación seria en su contra. Mientras tanto, el único procesado es un peón secundario, envuelto en un juicio apenas por comenzar y con mucho que tardar, un chivo expiatorio que no hace sino acentuar el grotesco espectáculo. Por si fuera poco, testigos clave, envueltos en turbios asuntos lecheros que llegan al líder de MC, encuentran la muerte en circunstancias sospechosas.

Con actos tan chirriantes como declarar la victoria sobre la gripe aviar AH5N1, mientras la variante AH5N2 campea a sus anchas. Esa que causó la primera muerte mundial humana por AH5N2, confirmada por la OMS y negada por la misma unos días después.

Pero no baja el telón. La administración celebra el desistimiento del juicio de Monsanto por el glifosato contra el gobierno federal como un triunfo. Comenzado en 2020, el litigio en los términos actuales sólo encauza la disputa hacia el marco del TMEC, dejando la controversia flotando en la bruma de la incertidumbre.

O sea, todo sigue igual. Exactamente igual. Recuerde que esto es una pantomima, pues en mayo, a cinco días de que entrara en vigor el plazo final para el veto hacia el glifosato, un comunicado decía que siempre no, ya que no hay otra alternativa para que el campo nacional sea funcional.

El nuevo gobierno electo ya anunció que abandonará cualquier intento de alcanzar autosuficiencia en maíz amarillo. En un país donde la independencia alimentaria se había convertido en una quimera, esta renuncia es un reconocimiento tácito del fracaso de un gobierno entrante de supuesta continuidad, veremos hasta donde.

¿Cómo ganarle al mundo una batalla donde los pesos, centavos y hectáreas no alcanzan a pelearles? De mensos meterse en batallas que no se pueden ganar, al menos hay prudencia.

Y luego está el aguacate michoacano. La reanudación de su exportación a EE.UU. fue anunciada con bombo y platillo, pero la realidad es que tardaron tres semanas en destrabar el asunto, cuando en 2022 una crisis similar «sólo tomó dos».  Cada día perdido significó 7 millones y medio de dólares como hojas al viento. El gobierno celebra la reanudación, pero las matemáticas nos cuentan otra historia menos gloriosa de una negociación tras una madrina y amenaza que les metieron a inspectores sanitarios gringos en Michoacán.

Las «misiones cumplidas» de esta administración son espejismos, ilusiones que desaparecen al menor escrutinio, en un acto que rozaría lo cómico si no fuera tan trágico.

Ahora, la pregunta es si las nuevas administraciones serán capaces de enderezar el rumbo o seguirán flotando en el mar de la inercia y la desidia. Por mientras, la misma secretaría encargada de atender a toda la industria primaria (agricultura, ganadería, acuícola y forestal) seguirá con la meta de llevar bienestar al sector rural mexicano; dos modelos conceptuales sencillamente incompatibles en su implementación. El que mucho abarca poco aprieta.