Ayer que me enteré del fallecimiento de Don Alberto Jiménez Morales, vinieron a mi mente los contados, pero inolvidables encuentros que tuvimos.

Sin duda, la Escuela Libre de Derecho de Puebla no sería lo que es, sin su visión de una institución de élite.

Debo decir que nunca tuve contacto con Don Alberto en mi época de estudiante, pero ya como egresado, un día recibí la sorpresiva invitación para irnos a comer en la que sería la primera de varias, aunque no suficientes tertulias.

¿De qué hablamos? De qué otra cosa que no fuera política y derecho; o derecho y política.

Viejo sabio y cabrón era Don Alberto. Espero haberle aprendido y alcanzar con el tiempo un poco de esa fascinante combinación.

Don Alberto; el poder detrás del poder

Durante mis épocas universitarias, muchas historias escuché de un personaje que ostentaba el poder como si se tratara —sin serlo— del mismísimo gobernador.

Quizá, en la historia de Puebla, los Jiménez Morales —Guillermo y Alberto— debieran aparecer como dos hermanos que fueron gobernadores de Puebla.

Don Alberto, el mayor de la dinastía, tuvo su despacho en la Avenida Reforma 711 junto a la del gobernador Mariano Piña Olaya, de 1987 a 1993. Nadie de quienes lo vivieron, dudan que era el hombre que gobernaba y tomaba las decisiones más importantes de Puebla. Fue el símil de lo que Córdova Montoya fue con Salinas de Gortari. El poder detrás del poder.

En 1986, se dio el destape priista de Mariano Piña Olaya para la gubernatura de Puebla. Ante el disgusto del líder de la CTM, Blas Chumacero Sánchez, y la desaprobación de la poderosa central obrera, el entonces candidato recibió el consejo de acercarse a Alberto Jiménez Morales, quien a la postre se convirtió en el principal asesor del exgobernador.

Sabedor de cómo se movían los grupos de poder en el estado, Don Alberto creó el “Club de Caciques” para enfrentar una compleja campaña, por la resistencia de los líderes de las regiones tras la imposición de Piña Olaya.

De inicio, concretó una alianza con los cacicazgos más importante de las diferentes regiones como los de Amador Hernández de Tehuacán, Eleazar Camarillo de Atlixco, además del liderazgo de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROM) de Alberto Juárez Blancas.

También logra una estratégica alianza con Rodolfo Sánchez Corro, hijo del fundador del PRI, Rodolfo Sánchez Taboada.

Al ganar Mariano Piña Olaya, Alberto Jiménez une a los caciques de Huauchinango olvidados por su hermano Guillermo Jiménez Morales cuando fue gobernador, entre ellos René Meza Cabrera, Enoé González, y suma a Víctor Manuel Giorgana Jiménez y Pilar Jiménez Morales, naciendo así la leyenda del llamado “huachipower”.

Convertido en el hombre fuerte del gobierno, su oficina era más importante que la del secretario de Gobernación y de todas las demás carteras del gabinete juntas; era quien tomaba las decisiones importantes.

Sin miramientos, le quitó la universidad a Samuel Malpica y terminó la época de la máxima casa de estudios dirigida por la izquierda poblana.

Su mano dura también se hizo sentir al momento de encarcelar al poderoso y temido líder de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de octubre, Rubén Saravia Sánchez “Simitrio”.

Querido por unos, respetado y temido por otros, durante ese sexenio, Don Alberto disfrutó plenamente del “poder detrás del poder".