Claudia Sheinbaum continuó estirando la liga que ya tenía tensa la relación diplomática entre México y España. Los antecedentes, se sabe, los puso Andrés Manuel cuando todavía como presidente de la República se montó en su macho y exigió una disculpa pública.

A decir del tlatoani de Macuspana, la Casa Real y el gobierno español deben disculparse por una conquista que sucedió hace siglos. Exige esta postura pese a que en más de una ocasión España ha reconocido a México como un país hermano.

Aunque muy probablemente el rey Felipe VI de España no sienta ninguna preocupación por la falta de invitación a la investidura de Claudia Sheinbaum como presidenta, los reiterativos llamados para “disculparse” y “contestar una carta” podrían generar una verdadera crisis diplomática con un país con el que históricamente hemos estado hermanados. México, que por años fue el ejemplo de la diplomacia es ahora un país enemistado con medio mundo.

Y esas fisuras se generaron en tan sólo un sexenio, el del hombre experto en polarizar: López Obrador.

Con España los mexicanos compartimos, además de la lengua, gastronomía, cultura, arte, negocios y claro, una profunda historia. En los “otros datos”, historiadores serios señalan que el virreinato de la Nueva España nunca fue una colonia española. Si bien, rendían cuentas a la Corona Española (de aquellos años) no era propiamente una colonia.

Sin embargo y para fines prácticos, concedamos que en algún momento México fue la colonia de España. Cuando se establecieron las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, en 1836, se realizó una ceremonia de disculpa, desagravio y amistad.

Ahí están las primeras disculpas públicas de España a México, si es que realmente buscan eso, tanto la presidenta como el expresidente. El escritor, historiador y académico mexicano, Juan Miguel Zunzunegui, recordó, recientemente en una entrevista, que en 1910, al cumplirse el centenario del inicio de la guerra de Independencia, una delegación española vino y junto a Porfirio Díaz realizó una ceremonia de desagravios, de amistad.

Nuevamente se ofrecieron disculpas e incluso se declaró amistad perpetua entre ambas naciones. Pero si a López Obrador no le alcanzan estos dos momentos históricos, tenemos uno más contemporáneo. En 1991 el rey Juan Carlos I visitó México y encabezó un acto de desagravio ante líderes indígenas de comunidades de Oaxaca.

Son tres momentos distintos donde tanto el gobierno como la monarquía española se han disculpado con el pueblo mexicano.

Es entonces cuando la duda resurge, si las famosas “disculpas” ya se ofrecieron hasta en tres ocasiones, ¿quién realmente está empecinado en recibir esas disculpas, usted, yo, el pueblo mexicano o López Obrador y la presidenta?