La idea de que Puebla pueda escalar al top cinco de líderes agroalimentarios en México parece más una carta a destiempo para los Santos Reyes Magos que un plan con bases sólidas, sin embargo, ese es el envite hecho por la titular del campo estatal, Ana Laura Altamirano, para el final de sexenio.

La apuesta, que no sabemos si se atreve a compartir en momios el gobernador Alejandro Armenta, parte de la ambigüedad. ¿Qué significa ser grandes líderes agroalimentarios?

Si hablamos del PIB del sector, Puebla ocupa el octavo lugar, aportando 3.7% al total nacional, según la última medición disponible, de 2023. Superar tres posiciones suena realizable —el Puebla de la Franja llega a liguillas— pero cuando el siguiente competidor, Guanajuato, es un tercio más grande, el optimismo tambalea.

¿Y Sinaloa, el sexto? Un coloso agroalimentario 50% más vigoroso en el interno bruto que Puebla, donde la realidad es que si nos acercamos será por lo que arrastre la ofensiva entre la Mayiza y la Chapiza. Llegar al quinto, Sonora, ya es un ejercicio de imaginación que se le deja al lector.

Reducir la métrica a solo la producción del campo no mejora el panorama. Puebla ahí es décimo, detrás de estados como Oaxaca y el EDOMEX. 1 mil 600 millones de pesos en el presupuesto estatal parece un esfuerzo insuficiente ante tales cifras.

Sin duda la Secretaria Altamirano está más informada que nadie de las políticas públicas hacia el campo poblano, por lo que sorprenden sus declaraciones de esperar de la federación «por lo menos 3 mil millones de pesos» del presupuesto de Fertilizantes del Bienestar.

Un logro así significaría que Puebla, con apenas 4% del campo nacional, capturaría el 17% del presupuesto federal de un programa con cobertura nacional. Un escenario digno de aplausos, improbable sin negociaciones inadmisibles.

Mientras tanto, las acciones concretas no inspiran confianza. Como las declaraciones secretariales sobre el aguacate, que la verdad como poblanos da profundo pesar escuchar.

«Acciones que buscan consolidar a la entidad como referente nacional en este cultivo». Producimos 0.8% del aguacate nacional, seamos serios.

«Puebla cuenta con una producción anual de 24 mil toneladas de aguacate» Pero 10 mil de esas toneladas no son de variedades aptas para exportar o siquiera comercializar, de las que muchas veces ni los mexicanos consumimos, por lo tanto, no generan valor para los productores.

«El aguacate (…) tenemos que aspirar a que sea un producto de exportación (…) del TMEC, esperamos que podamos ser incorporados». Las cosas no caen del cielo. Jalisco, que logró ser considerado para exportar a EUA se tardó 6 años en el proceso formal con la USDA. La actual titular y dueña de la declaración lleva en el mismo puesto la misma cantidad de años; esperemos que con la misma cantidad de años enfrente, consolide, y no que Morelos, Nayarit o Guanajuato exporten antes a EUA.

Si no tenemos las capacidades como estado para exportar o producir —qué triste—, pues explotemos el ser la cuna origen del aguacate, con al menos 6-7 variedades criollas que dan para una experiencia turística biocultural de buen nivel. Pero esas experiencias para mucha gente no entran en su visión de «desarrollo rural».

En fin, la apuesta de ir por el quinto lugar seguro se hace desde las mejores intenciones. Una utopía siempre a diez pasos de distancia. Algo que nos marca el rumbo. Por lo tanto, inalcanzable y prácticamente inútil, ¿mejor planes reales, posibles y alcanzables?