Por: Merced Sánchez Ortiz
La historia de las mujeres ha sido entretejida desde muchas perspectivas de acuerdo a cada época, el sistema desde la visión patriarcal ha valorado el papel de las mujeres desde el deber ser y no del ser; atendiendo siempre su deber social y moral en papeles muy específicos, como ser madre, esposa, novia, hermana, amiga y creyente de Dios, lejos de considerarse en un lugar como portadora de derechos y reconocida no sólo desde su actuar en el ámbito personal, sino social a través del ejercicio de sus derechos políticos, sociales, civiles, económicos y culturales.
La conmemoración del 8M, hace referencia a la lucha registrada y documentada que hemos transcurrido las mujeres para que hoy por hoy, nuestra voz sea escuchada y nuestra presencia respetada por igual desde la interseccionalidad de los derechos humanos. El recorrido para la reivindicación de nuestros derechos no ha sido fácil y tampoco ha finalizado, muchas mujeres que nos anteceden han generado historia por medio de su lucha, ímpetu, sabiduría y entrega, esta última hace énfasis a una entrega total por ellas, su familia y por supuesto, a todas nosotras que aún no nacíamos, contándoles la vida a muchas.
Nos han llamado brujas, locas, perdidas y fuera de serie por atrevernos a ser intelectuales, líderes, fuertes, organizadas, valientes y por alzar la voz para exigir igualdad y respeto; al decir que les ha costado la vida no exagero, prueba de ello en la actualidad es existe la palabra feminicidio que hace referencia a una conducta tipificada como delito al describir el asesinato de una mujer por razones de género, considerada la violencia más extrema contra las niñas, adolescentes y mujeres de nuestro país.
Ante esto, quizá usted tenga duda en relación a ¿por qué cada 8 de marzo (8M) se conmemora el Día Internacional de la Mujer?, pues ciertamente no es un festejo, ya que de acuerdo a los registros que lo anteceden en marzo de 1857, en el marco de la Revolución industrial, las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York salieron a la calle a protestar en masa por las duras condiciones de trabajo a las que eran expuestas por el solo hecho de ser mujeres; años después en 1908, 15 mil obreras marcharon al grito de “Pan y rosas” consigna que integraba sus demandas por aumento de salario y mejores condiciones de vida, posteriormente en marzo de 1909 durante una huelga en reclamo por aumento de salarios, reducción de la jornada laboral y fin del trabajo infantil, 129 mujeres murieron calcinadas en la fábrica Cotton Textile Factory, por un incendio provocado por sus dueños.
La conmemoración del 8M, no es un festejo, es la voz aún latente que dignifica y hace honor a aquellas mujeres asesinadas que impulsaron el reconocimiento de los derechos laborales de las mujeres, razón por lo que en 1910 en el 2° Encuentro de mujeres socialistas realizado en Copenhague, la delegada alemana Clara Zetkin propone establecer el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a aquellas que llevaron adelante las primeras acciones de mujeres trabajadoras organizadas contra la explotación laboral y dignificación de las mujeres en el sector laboral y económico.
Si bien hemos avanzado, aún no es suficiente y diariamente seguimos enfrentando obstáculos qué forman parte del constructo social al que llamamos machismo y obedece a la serie de prácticas que nacen del pensamiento colectivo que se construye a través de la polarización de los roles y estereotipos que definen lo masculino de lo femenino; por años las personas que no se ajustan a los roles de género establecidos por la sociedad enfrentan discriminación, violencia y una adversidad negativa al acceso a la justicia.
La deconstrucción de género ya ha tomado fuerza no solo en las agendas políticas, sino también en la vida diaria al cuestionar de manera contundente aquellas prácticas que comprometen una vida libre de violencia para toda niña, adolescente y mujer que ha sido sometida por un sistema opresor de sus derechos; si bien es cierto, la dimensión de la violencia victimiza a toda la humanidad sin importar su sexo, sin embargo, es necesario concientizar que las mujeres seguimos enfrentando obstáculos para el desarrollo profesional, laboral, social, político, económico e incluso cultural desde las prácticas aun respaldadas por la idea colectiva de que la mujer debe estar y ser siempre para la familia, antes que ella misma, generando una avalancha de exigencias que terminan por comprometer su desempeño social.
Ahora que las mujeres gozamos desde las tintas plasmadas en las leyes y decretos de nuestro país el derecho a la igualdad, al cuidado y a una vida libre de violencia, seguimos enfrentando diariamente la exigencia social que como bien lo cita una amiga y ahora tomo el espacio para replicarlo por ella y todas “la sociedad nos pide trabajar como si no criáramos y criar como si no trabajáramos”, tal parece que con el avance de nuestros derechos laborales ahora nos otorgan dos trabajos de tiempo completo y uno de ellos sin remuneración, por creer que el derecho al cuidado es una obligación de la mujer hacia su familia y no un derecho integral basado en la corresponsabilidad; lo que quiere decir que una base normativa con perspectiva de género no es suficiente y hoy más que nunca es necesario educar desde la conciencia de que el ser humano se identifica por su gran capacidad de raciocinio, no por la diferencia de su sexo para lograr un desarrollo humano exitoso, la supervivencia del humano no se basa en sus instintos, sino en su capacidad de educar sin crear diferencias.
Y ¿por qué salimos a marchar las mujeres?, porque las calles son nuestras, porque un derecho público jamás podrá ni debe ser privado.