Cuando Rafael Moreno Valle se empecinó en convertir a Puebla en su parque de diversiones y montar un tren, mi principal crítica fue que se trataba de un proyecto inviable y carente de un estudio de impacto-beneficio.
El trenecito Chu-Chu, en la primera ocurrencia, circularía algo así como 50 kilómetros, desde la 11 Norte hasta la Exhacienda de Chautla.
“Partiendo de la base de que las vías que originalmente se utilizaron en la antigua estación del ferrocarril en su mayoría ya no existen, se tendría que construir una nueva vía de 50 kilómetros, con los derechos de paso correspondientes, los cuales se traducirán en una auténtica millonada”, escribí el 13 de noviembre de 2013, en esta misma columna, después de una avalancha de emails que confirmaban el enojo del Señor de los Cerros, por haber revelado su nuevo capricho.
Tras el alboroto, el capricho morenovallista tuvo que ser modificado. Así se encontró que la única vía que estaba disponible era el camino que conectaba a Cholula. El argumento de que sería un atractivo turístico como el Tequila Express en Jalisco o El Chepe en las Barrancas del Cobre fue la mentira narrativa que se repitió hasta el cansancio.
A diferencia de los agaves y el destilado en Tequila o las postales que se aprecian en la sierra, el juguete de Rafael atravesaba zonas de la periferia urbana y sitios que para nadie resultaban atractivas, tanto así, que una de las paradas intermedias, jamás logró ser operativa.
Ahora que Alejandro Armenta informó que analizan la reactivación de este tren, con nuevas vocaciones como sistema de transporte público, además del traslado de mercancías, confío en que realmente se utilice el resto de este año en una correcta planeación.
La ampliación del recorrido, llevándolo hasta Atlixco e Izúcar, de entrada suena viable por las vías y estaciones que ya existen, sin embargo, insisto, se requiere de un proyecto sólido para que realmente resulte un avance para el estado y no se convierta, como sucedió con la obra morenovallista, en un elefante blanco.
¿Los técnicos y secretarios estarán a la altura de un proyecto de este tamaño?
Veremos y diremos.
León XIV, Los Pinos y el Palacio Nacional
La decisión del Papa León XIV de vivir en el Palacio Apostólico y no seguir los pasos de su antecesor, quien decidió hacer de la Casa de Santa Marta su morada, bien podría ser un ejemplo a seguir en la 4T y más ahora que están tan preocupados por evitar lujos y gastos innecesarios.
Veamos, los populistas aseguran que la decisión del Papa Francisco de vivir fuera del Palacio Apostólico reflejaba su intención de ser congruente con sus votos franciscanos, sin embargo, en la realidad, el sitió resultó ser un espacio poco funcional y representó un gasto mayor para la Iglesia.
El Palacio Apostólico, con todo y lo rimbombante del nombre, tuvo que seguirse manteniendo. Las reuniones oficiales de Francisco se siguieron realizando ahí porque en la Casa de Santa Marta no había las instalaciones adecuadas.
Así se tuvieron que pagar los gastos de mantenimiento de la residencia oficial y los de la ‘casa chica’, duplicando costos de servicios, sueldos de asistentes, seguridad, amenidades y hasta transporte adicional para llevar y traer a Francisco de uno a otro sitio.
Reitero, la Casa de Santa Marta no resultó, en los hechos, un sitio más económico para la Iglesia, por mucho que efectivamente sea más austera.
Traigo esta reflexión a cuento porque es el reflejo más claro de lo inoperante y costoso que nos resulta a los mexicanos pagar el mantenimiento de lo que hoy es el Centro Cultural Los Pinos, además de los gastos operativos que genera el hospedaje de la presidenta, y su antecesor, en el Palacio Nacional.
Ahora que en la 4T están tan preocupados por la austeridad, bien podrían considerar estos ejemplos para tomar decisiones correctas. Utilizar la antigua residencia oficial de Los Pinos, así como los aviones de la Fuerza Aérea para los viajes de la ComandantA en Jefa, podrían, por increíble que le resulte de creer a los populistas, ser un ahorro. Sólo piénsenlo dos minutos, hoy se paga el mantenimiento tanto de esas aeronaves como de Los Pinos, además del gasto que se requiere hacer en vuelos comerciales y la operatividad de Palacio Nacional.
¿Sería más barato si nos evitamos los boletos de vuelos en aerolíneas privadas y los gastos en Palacio Nacional?
La respuesta es clara, sólo falta que quieran reconocerla.