En la era del dato duro el engaño no se fabrica solo con palabras, sino con números. Un estado del norte estadounidense, sin tradición migrante mexicana conocida, aparece de pronto como el tercer mayor emisor de remesas a México: Minnesota, 4,700 millones de dólares enviados en 2022. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿De dónde?
¿Quién podría no levantar una ceja ante más de 90 mil millones de pesos? ¿Una red secreta de migrantes organizados? ¿Una mafia escondida entre los lagos y bosques desde Minneapolis?
Sucede que no eran los individuos los que hablaban desde Minnesota, sino las máquinas. Eran los servidores, no los jornaleros. Un asunto técnico, anodino quizá, pero con consecuencias que salpican a la política, la sociología, la economía. Las empresas de envío de dinero, incapaces de identificar el estado de origen de algunas transferencias, hacían lo que las máquinas hacen mejor: asignaban coordenadas basadas en donde yacía el servidor que procesaba la transacción. Y ese servidor, frío y eficiente, estaba en Minnesota.
La verdad, entonces, no era lo que parecía. La cifra se disolvía como espejismo apenas se encendía la linterna del contexto. Pero para cuando llegó la aclaración del Banco de México en febrero de 2024 —cuando el dato fue corregido y Minnesota regresó a un modesto lugar 17 en el ranking— ya el rumor había florecido. Habían crecido narrativas, se habían esbozado hipótesis. Buena parte del impuestazo del 5% que se quiere poner a las remesas mexicanas parte de estos datos.
Las fake news no son, como algunos quieren creer, simples mentiras fabricadas con dolo. Son, más profundamente, verdades incompletas, interpretaciones apresuradas, lecturas sin contexto. Son la consecuencia de un ecosistema informativo donde la urgencia pesa más que la verificación, y donde la infraestructura digital de nuestras vidas —servidores, proxis, IPs— moldea realidades jurídicas y económicas sin que apenas lo notemos.
La delegación Miguel Hidalgo en la Ciudad de México también tuvo su momento de confusión. En 2014, apareció como uno de los municipios que más remesas recibía del país…. uno de los municipios más ricos del país. Se pensó en fraudes, lavado, privilegios. Pero bastó revisar: la sede fiscal de una institución receptora estaba ahí. Nada más.
Hoy las remesas —ese cordón umbilical entre México y sus hijos desparramados por el norte— están mediadas por lógicas que superan el entendimiento popular. No es solo el acto de enviar dinero, es la representación burocrática de un gesto íntimo.
Mismo caso, distinto escenario: Johnny Depp contra Amber Heard. Los actores de Hollywood pues. Ninguno vivía en Virginia. Ninguno tenía su residencia fiscal ni afectiva en Fairfax. Pero fue ahí donde ocurrió el notorio juicio mediático. ¿Por qué? Porque los servidores del Washington Post, medio donde Heard publicó su columna, estaban localizados allí. Esa simple localización, ese punto invisible en el mapa de los datos, bastó para definir la jurisdicción.
Nos falta alfabetización técnica, sí. Pero también ética de la interpretación. Porque si seguimos leyendo los datos con los ojos vendados, si seguimos tomando como verdad revelada lo que son apenas coordenadas de una máquina sin alma, estaremos condenados a vivir en una ficción estadística.
En este mundo, la verdad necesita nuevos métodos, y la sospecha racional debe ser el primer paso, no el último. No para caer en la paranoia, sino para ejercitar la curiosidad. Porque al final, lo que tienen en común un juicio en Virginia y una estadística en Minnesota no es una conspiración, sino algo más poderoso y más peligroso: una estructura global que sigue escribiendo nuestras realidades desde sitios que no habitamos, con lenguajes que no hablamos, en máquinas que nunca veremos. No basta saber leer. Hay que saber desde dónde hablan los datos. Y más importante aún: para quién mienten.