Existen dos mundos: uno que surge del orden lógico de la narrativa histórica y otro forjado con las imágenes posibles del poder. En esta columna de intenciones semanales, señalaremos la verdad oficial y el discurso que le acompaña, usualmente omitido. El cúmulo de genealogías, vínculos y consecuencias nos mostrará la Tlaxcala real y la probable, con sus repercusiones en la vida cotidiana.

Despojo y celebración

¿De dónde viene la tradicional Feria de Tlaxcala y quiénes son sus históricos beneficiarios?

En 1963 el presidente Adolfo López Mateos anunció su visita a Tlaxcala. El entonces gobernador, Anselmo Cervantes, sin perder la mexicana costumbre tributaria hacia los extranjeros, mandó construir un inmueble para honrar su llegada. Así nació la Feria de Tlaxcala

La concepción democrática posrevolucionaria, que llegaba con las promesas de ese PRI emergente, existía únicamente en el centro del país, donde incursionaban de forma regulada la industria y el progreso; en las comunidades, como Tlaxcala (ninguneada históricamente) prevalecía el mecenazgo, un cacicazgo mutilado.

Al entonces presidente se le criticó la represión y asesinato de los líderes obreros. Al exgobernador Anselmo por monopolizar el poder en el estado y legitimar sus influencias entre sus amigos, encargados de impulsar diversas obras de infraestructura y desarrollo, entre las cuales destaca la Feria.

Este evento trajo una oleada de expropiación de tierras a los campesinos tlaxcaltecas, pero concretó proyectos y espacios insignia. Las iniciativas, impulsadas por el entonces primer presidente de la Feria de Tlaxcala, Isidro Candía, trajeron el reconocimiento nacional y, por supuesto, una alianza entre fuerzas que perduraría hasta la fecha. 

Años después, Isidro Candía nombraría secretario de Gobierno a Joaquín Cisneros Molina y, además, a Crisanto Cuéllar Abaroa como secretario particular. La Feria, gracias a estos personajes, construyó —probablemente de manera involuntaria— los cimientos y los nombres de la política tlaxcalteca. Cuéllar, Cisneros, nombres que permanecen.

Para los campesinos, la fiesta, el júbilo, el espectáculo y el despojo; para las élites, el derroche, el despilfarro, el compadrazgo y los abrazos con los dedos cruzados. En esos ejidos de guerra y destierro, ahora se yergue la fiesta estatal.

Hablemos de lo cíclico. La Feria de Tlaxcala no solo sirve para refrendar las clases que se han perpetuado, sino para omitir la repartición de ganancias, una cifra que para 2024, desde el Ejecutivo, se estimó en 160 millones que para comerciantes y productores. De este año, y del pasado, no existen datos de acceso público, no existen documentos que den indicios de esas ganancias.

Durante la presentación del evento en Ciudad de México, con el apadrinamiento de la secretaria federal de Turismo, Josefina Rodríguez Zamora, así como con los embajadores de Bangladesh, Nigeria, Marruecos y Costa Rica — muy ad hoc para reafirmar ese estatus internacional—, Lorena Cuéllar Cisneros auguró que la “Feria de Ferias” buscaría posicionarse como una de las mejores a nivel nacional; omitió la transparencia.

Tan solo en 2022, de acuerdo con información oficial de la Secretaría de Finanzas de Tlaxcala, al Patronato para las Exposiciones y Ferias de la Ciudad de Tlaxcala se le asignó un presupuesto total de $33,863,701.67 (solo al patronato, ¿las demás dependencias?) pagando en SUELDOS A PERSONAL PERMANENTE una cifra de $3,929,218.96. Los números son irregulares: recursos otorgados por $2,161,320 bajo el concepto de COMBUSTIBLES, LUBRICANTES Y ADITIVOS o $2,827,000 en MATERIALES, ÚTILES Y EQUIPOS MENORES DE OFICINA, coloquialmente conocido como “papelería”. 

A diferencia de otras ferias nacionales, como la Feria de Durango o la Feria de León, la Feria de Tlaxcala no cuenta con un apartado de transparencia en el que se informe de manera pública los contratos de las y los artistas invitados, así como un pronóstico real de ingresos o egresos, ni siquiera de los reportes anuales de dicho evento. Un hecho insostenible si se considera que, de acuerdo con información del mismo Patronato, se destinaron $1,617,684 para SERVICIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PUBLICIDAD. Increíble que, de esa cifra, no se haya podido destinar el desarrollo de una página web decente. 

¿Para qué continuar?

Lejos, muy lejos, está la Feria de Tlaxcala de destacar a nivel nacional en comparación con espectáculos similares, así como distante es la opacidad con la que se maneja el evento. El presupuesto es menor, sí: ¿eso justifica algo?

En sus inicios, la Feria de Tlaxcala se planeó para festejarse a la par del Día de Todos los Santos, festejo de matices y sueños que celebra la vida y la muerte, esa dicotomía poética e ineludible. Hoy, los muertos continúan apareciendo en el estado; los vivos, más vivos que nunca. Y la fiesta sigue.