La lectura es una herramienta para la edificación del conocimiento. Fácilmente puede ser desplazada por actividades que brinden una satisfacción o recompensa mayores: no es una necesidad primaria. También es un negocio lucrativo. Difícilmente se podría hablar de negocios no lucrativos.

Alrededor de 330 millones de dólares anuales deja la Feria Internacional del Libro (FIL) en Guadalajara, según su página oficial. Presume ser uno de los exponentes nacionales más importantes de la promoción a la lectura a nivel global. Las ganancias se reparten de manera desigual. Esta exposición es un triunfo más para el comercio que para la reflexión, un logro para nada demeritorio, pero cuestionable de acuerdo con sus presuntas intenciones.

En México existen múltiples eventos —por supuesto, reservados a las ciudades (las de siempre) con el poder adquisitivo y prestigio necesario— que replican este principio, con sus respectivos números, por mencionar algunas: la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de CDMX (FIL Zócalo), la Feria Internacional del Libro de Monterrey (FIL Monterrey), la Feria Internacional del Libro Universitario (FILUNI) y la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), precisamente la única de renombre internacional que llegó, al menos como extensión durante un par de días, a Tlaxcala.

Poco se dice sobre estos temas dentro del estado porque limitados son sus eventos. Recientemente, en Tlaxcala, el NUMET contó con la Feria Estatal del Libro, con 50 editoriales, y en Zacatelco, la Asociación de Libreros montó un espacio de pocos metros cuadrados para la difusión de materiales impresos. Pero nada más.

Es bien sabido, con más alarmismo que tristeza, nuestro índice de lectura nacional. Las fuentes son diversas pero coincidentes: la Unesco, PISA, OCDE, IMCO, entre otros, posicionan a México dentro de los cinco últimos lugares (incluso en penúltimo o hasta último) a nivel mundial en cuanto a habilidades inductivas o deductivas de esta competencia.

Habría que analizar la metodología sobre cómo se puede concluir de manera cuantitativa o cualitativa dichas habilidades. Dudo de la correlación entre el nivel de comprensión lectora con la capacidad de pensamiento o acción. Se excluyen factores como el tipo de textos leídos, la profundidad hermenéutica y las circunstancias individuales y sociales; leer más o tener más aciertos en un examen no necesariamente garantiza mayor claridad de pensamiento. Tampoco impulsa la economía.

¿Cómo es posible que un país con tantas exposiciones de libros presente altas deficiencias en la lectura? Este fracaso no es consecuencia de las ferias: refleja las diversas realidades en cuanto al acceso, difusión e internalización del conocimiento, los objetivos reales de las empresas involucradas y gobiernos. La alfabetización en el país, superior al 95%, parece una cifra incongruente.

Para Franz Kafka, la lectura debe ser un desastre, «un golpe en el cráneo» que provoque un abrupto despertar de conciencia, no precisamente orientado al goce estético o a la felicidad; Theodor Adorno, en otro extremo, critica el desplazamiento del arte hacia su función mercantil y politizadora, al arte totemista, consumista, automatizado y condescendiente, que, más que liberar, aprisiona. Estas dos cláusulas, una romántica y otra visceral, representan un conflicto ideológico. Existen límites que no pueden alcanzarse a través de la racionalización, ni siquiera a través del dinero.

Ser autor publicado y con valor dentro del mercado otorga prestigio. Reafirmar el compromiso con el conocimiento es construir una imagen más redituable. Estrategia bien aprendida por diversos personajes políticos, replicada por influencers y demás actores. Son ellos quienes también asisten a ferias o comercializan sus productos dentro de las mismas. Se adereza con una narrativa de inclusión, pluralidad o acercamiento a la lectura para los más jóvenes, según conveniencia.

Bajo esta reproductibilidad técnica, detrás de esta mercantilización y producción para las masas, es evidente que ni rentabilidad económica ni la elevada alfabetización en México generan aprendizajes significativos ni incorporaciones del conocimiento a la vida cotidiana. ¿Habría que hacer caso a Kafka, volver a ver a Adorno?

Leer es más que sumar una colección de títulos. Es un proceso personal, abstracto; sus repercusiones son diversas y complejas. Estimables, sí; poco predecibles. Pese a todo, parece ser la manera más efectiva de impulsar a una nación entera, independientemente de las cifras, los vendeespejitos y las politizaciones.