La especialista dijo que investigaciones de científicos de la UNAM y personal del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) revelan que el ascenso del material es causa del aumento en la sismicidad volcánica y la infiltración de gases a los manantiales.
Aseveró que esos estudios han arrojado indicios, desde el año pasado, de un aumento en los movimientos, y recordó que las explosiones del 26 de septiembre, 20 de noviembre y 25 de enero pasados produjeron fragmentos y emisión de ceniza.
Desde hace 20 años se ha monitoreado la sismicidad y cambios químicos en los manantiales, y desde 1997 el magnetismo asociado al volcán, así como la composición y el tamaño de la ceniza, que refleja cambios en la alimentación del magma y la dinámica eruptiva.
La investigadora agregó que lo que ahora sucede es natural, así como lo que ha ocurrido de 1994 a la fecha, sólo que en algunas ocasiones puede tener erupciones más pequeñas o más grandes, como en 2000-2001.
Sin embargo, indicó que se decidió implementar la Fase 3 porque existe la posibilidad de una explosión. Por ello, abundó, se ha intensificado la vigilancia y monitoreo e interacción entre los científicos y las autoridades del sistema de protección civil.
Esta situación convoca a las autoridades a revisar las rutas de evacuación, preparar albergues y tener lista la estrategia para actuar en caso de emergencia, mientras que la sociedad, por su parte, tiene que estar atenta a la información de Protección Civil, planteó.