A pesar de la granada que explotó por el descuido del ejército, Zamora Barragán ha seguido estudiando. En el Hospital Militar recibía clases de manera personalizada.
Oswaldo y su familia no se dan por vencidos.
Su padre, Bernardo Zamora, vivía en los Estados Unidos, en Nueva Cork, cuando se enteró de que su hijo estaba en el hospital.
El padre de Oswaldo tomó las cosas con calma cuando habló por teléfono con una de sus tías. Pero cuando volvió a hablar y supo realmente lo que sucedía simplemente le informó a su jefe lo que había pasado, consiguió el primer boleto de avión, y con sólo una credencial en la mano abordó el vuelo.
“Que me voy y que dejo el trabajo botado, así cómo estaba vestido.”
”Vete, me dijo mi jefe.”
Con esfuerzo, convencieron al personal de migración de los Estados Unidos que regresar a México era urgente, y cuando cruzó la revisión migratoria en México lo primero que hizo fue tomar un autobús para Puebla y alcanzar a su familia en el Hospital del Niño Poblano, a donde llegó a las 2 de la mañana.
Cuando visitó a su hijo se percató de la gravedad de las lesiones.
Su padre y su familia tomaron fuerzas.
Durante su rehabilitación, cuenta su padre, a Oswaldo le daba pena que lo observaran sin su pierna y sin su brazo.
No quería que lo vieran así, relata Bernardo Zamora.
Su hijo le pedía que lo protegiera para que las personas en el hospital no lo vieran.
“Pero yo no siempre te voy a poder esconder”, le advirtió su padre.
Poco a poco, Oswaldo fue perdiendo el temor a ser visto.
En el hospital, el niño de Petlalcingo conoció a más personas.
En una ocasión, Oswaldo conoció a un niño que estaba mudo.
Los dos niños se encontraron. Con señas, le preguntó a Oswaldo, señalándose sus brazos para saber qué le había pasado.
Ahora Oswaldo se quita y se coloca sin pena sus prótesis.
“Lo bueno es que mi hijo está sano de acá”, su padre, Bernardo Zamora, señala con su índice la frente.“Está sano de su mente.”
En el hospital, Oswaldo Zamora Barragán también convivió con gente adulta, quienes le enseñaron algunos juegos de mesa. El niño originario de Petlalcingo aprendió a jugar ajedrez, pero ahora en su nueva casa no tiene ningún tablero del juego ciencia. En alguna de las bolsas con las que la familia llegó del Hospital Militar están guardados algunos rompecabezas.
Oswaldo se volvió fanático de estos juegos.
El desafío para Oswaldo y su familia será adaptarse a una nueva ciudad.
Sus amigos de Petlalcingo no lo fueron a visitar al hospital donde estuvo en rehabilitación.
“Es que está lejos”, explican.
Cuando se cansa de las preguntas simplemente se levanta y va al baño para concluir la conversación.
Del hospital, recuerda a las enfermeras y los doctores, que lo trataron bien, salvo una excepción, el jefe de pediatría del hospital, quien llegaba a preguntarles en tono airado: “Y ustedes, ¿cuándo se van a ir?”.
Bernardo Zamora quiere que su hijo estudie una carrera universitaria, Oswaldo reaprendió a escribir con su única mano después de la explosión de la granada.
“Ríete de la vida, lo que te iba a pasar ya te pasó.”
Su padre, hombre dedicado a las labores del campo, quiere regresar con su familia al campo. Oswaldo extraña a la familia que se quedó en Petlalcingo y en Puebla, en la populosa unidad habitacional misiones aún no tiene amigos. Si regresa al campo, Oswaldo ya no va a pastorear. Pero su papá piensa construirle un establo para que Oswaldo, a quien le cuesta trabajo sostener su peso y no tiene la fuerza suficiente en el pie que conserva, le dé de comer a los animales.
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Los 575 mil pesos es el tope que ha fijado el Ejército mexicano
“Es lo que le corresponde según la Ley Federal del Trabajo”, les han señalado a la familia los integrantes del Ejército.
La recomendación de la CNDH/2/2011/7221/Q reconoce que personal del Ejército ocupó un predio rústico para realizar prácticas militares. Sin embargo, la misma CNDH es ambigua: por un lado deslinda al Ejército señalando que no hay elementos para determinar qué elementos militares incurrieron en el “descuido” que originó que abandonaran material explosivo en el predio.
El gobierno estatal le entregó a la familia una casa en el populoso fraccionamiento Misiones de San Francisco.
Su padre no tiene empleo. La casa que les entregó el gobierno estatal no tiene luz, tampoco agua. Les hace falta hacer los contratos.
Apenas si colocaron las protecciones de la casa.
La familia vivía en Petlalcingo, ahora vivirá en una casa de la periferia de la ciudad. Por lo menos ahora están juntos.
Además, a la familia, con la llegada del gobierno de Enrique Peña Nieto, le cancelaron la entrega de “becas” de mil 800 pesos para Oswaldo y su hermano, que había gestionado Margarita Zavala.
Y solamente han recibido 36 mil pesos de un programa de empleo temporal por parte del gobierno de Puebla, dinero que corresponde únicamente al primer semestre de este año.