La Biblioteca Palafoxiana no se electrizó. Estudiantes de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), talleristas del poeta, Eduardo Langane, los siempre fans que se enteraron vía facebook y escritores poblanos, siempre lectores y sin invitación VIP, esperaban una revelación entre la mansedumbre sabatina de la burocracia, ese destello de quien ha hallado las formas del lenguaje en algún “Nocturno a Bujara” o en las mujeres cotidianas del antiguo San Rafael, la mítica “Yonpathawa tropicalizada” de Pitol.
Algún guiño destinal. Por lo menos alguna epifanía.
Un síntoma atmosférico del arte de la fuga o de quien ha traducido a Joseph Conrad en la provincia veracruzana (leáse la Xalapa enmarañada por la neblina).
Desde Xalapa, el escritor veracruzano nacido en Puebla, cruce de antinomias geográficas y culturales, reapareció por unos instantes en la Puebla de aspiraciones liberales y barrocas, conservadoras y neoconservadoras.
A unos minutos de iniciar el acto, el escritor oteó hacia las sillas.
¿Vendrá alguien más?, le preguntó a su acompañante.
El homenaje fue correcto.
Un video en potencia.
Los datos biobibliográficos de la contraportada de alguna de sus ediciones en Era.
Con propiedad, la actriz Elvira Ruiz leyó ―lectura dramatizada― Victorio Ferri cuenta un cuento, publicado por primera vez en Ediciones del Unicornio a finales de los cincuentas.
"Sé que me llaman Victorio", inició la actriz.
Pero nadie de la mesa citó a su nona Catarina Buganza ni tampoco a Sacho. Nadie aludió a Atoyac ni a sus consabidas guías Baedcker, con las que el joven Pitol se deslumbraba en la Roma de los sesentas para concluir el día cenando en alguna trattoria, a la escucha de la filósofa española María Zambrano.
Tampoco se citaron los encuentros que, en el Bristol, Pitol Deméneghi sostuvo con Andre Wadja o con el autor de “Jerzy Andrzejewski”, cuyas “Puertas del Paraíso” tradujo Pitol para Joaquín Mortiz, y que la Universidad Veracruzana reeditó en los años recientes, de la mano del editor Rodolfo Mendoza.
El secretario ejecutivo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla, Moisés Rosas Silva, hizo entrega de la Clavis Palafoxianum al escritor Sergio Pitol Deméneghi.
"Durante años, la experiencia de viajar, leer y escribir se fundió en una sola. Trenes, barcos y aviones me permitieron descubrir mundos maravillosos; el viaje era la experiencia del mundo visible, la lectura me permitía realizar un viaje al exterior, cuyo itinerario me dejaba circular a través de los tiempos", leyó el escritor Felipe Garrido, recuperando algunos fragmentos del acto de la Fuga y el Mago de Viena.
Felipe Garrido, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua; Eduardo Langagne, poeta y ganador del Premio de Poesía de Aguascalientes; el crítico de teatro Fernando de Ita; el presidente del Consejo de la Crónica en Puebla; Pedro Ángel Palou Pérez, autor de innumerables frescos de la historia poblana, a quien de último momento añadieron a la mesa; y María del Carmen Tijerina, profesora del Collhi, participaron en el homenaje realizado por el Consejo Estatal de Arte y Cultura de Puebla (CECAP).
Entre el auditorio se encontraban periodistas, lectores, cazadores de epifanías literarias, tuiteros, fans del Instagram ―dispuestos a inmortalizar en jpeg la mise en scene de Pitol―, escritores de la primavera literaria poblana: los novelistas Gerardo Oviedo, autor de Filosofía de la Invención, quien halla inspiración en André Malraux para combinar la militancia y la literatura, y el novelista Jaime Mesa, que con su novela Rabia incursionó en el realismo de la tecnología y los chats.
También entre el público se hallaba el cuentista José Sánchez Carbo, autor de la colección de cuentos El maldito amor de mi abuelita, emblema mordaz de la narrativa local.
La académica de la UAP María del Carmen Tijerina releyó un análisis narratológico sobre la obra de Pitol. El formato del documento parecía sacado de algún coloquio sobre narrativas.
En un arrebato verbal, la profesora le espetó al novelista que esperaba más libros de él, a pesar de que hace algunos años Pitol
Deméneghi anunció que no escribiría otro libro.
La profesora le pedía a Pitol su opinión sobre su avezado análisis.
De manera biográfica, Moisés Rosas Silva, secretario ejecutivo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla, recordó que Carlos Monsiváis le presentó en el hotel María Cristina, atrás de la Embajada estadounidense, a Pitol: "Sergio Pitol representa mucho para la vida cultural de México por lo que ha dado a este país, y el mejor lugar para recibirlo y homenajearlo es la Biblioteca Palafoxiana, uno de los tesoros bibliográficos más significativos de México”.
Sus lectores sacaron del librero algún ejemplar del “Tañido de una flauta” o de sus “Juegos Florales”.
Revivieron por algunos instantes a Marietta Karapetiz, escudriñando la Palafoxiana, y esperaron un autógrafo del escritor.
El verdadero homenaje, el otro, el de sus lectores, que no fans, ya había sucedido: cuando encontraron en el niño que creció en Potrero, Veracruz, en un company town, entre fiebres, asma y paludismo, al escritor, que ayer en la Palafoxiana recibió, de Moisés Rosas Silva, las llaves de la biblioteca novohispana de la ciudad de Puebla.
El dato
Este sábado 20 de abril en la Biblioteca Palafoxiana, el Gobierno del Estado de Puebla, a través del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, entregó la Clavis Palafoxianum al reconocido escritor Sergio Pitol, oriundo de esta ciudad. La Clavis Palafoxianum o Llave Palafoxiana reconoce el trabajo de creadores por elevar el espíritu mediante la cultura y el arte, y simboliza al conocimiento como la llave de acceso a la libertad.