Cada año, los vivos colores de las vestimentas de huehues y danzantes en el carnaval de Huejotzingo se camuflan con el rojo de la sangre y el negro de la carne quemada, contrastando la alegría y la tristeza con la preocupación de los lesionados.

Este año, entre caballos y uniformes de generales, charros y franceses, miles de danzantes comenzaron el ritual, por lo que al mediodía el zócalo se cubrió de gris como una espesa bruma o neblina producto del humo de la pólvora.

De este modo, hombres, mujeres y niños, incluso bebés, forman parte de los contingentes que lucen sus mejores galas, con vestimentas que incluyen hilo de oro y plata, y grandes estampados elaborados con chaquira y lentejuela.

Pero también en el lugar los Bomberos están listos con cubetas de agua; los paramédicos, con la ambulancia encendida; y los elementos de seguridad, con chalecos antibalas, casco, cubre boca y macana en mano.

Los uniformados separan a los contingentes y además calman a uno que otro danzante en estado de ebriedad que se quedaba rezagado de su batallón. Así, el carnaval de Huejotzingo se ha convertido en una de las fiestas más tradicionales de Puebla, que ha cobrado fama a nivel nacional e internacional por su colorido y algarabía, pero también por su peligrosidad.

Este sábado iniciaron las danzas de más de 12 mil personas, para quienes en gran número es tan importante su vestimenta, por la cual llegan a pagar decenas de miles de pesos; del mismo modo su aguardiente, que no dejan de tomar en por lo menos tres días, y las cuatro toneladas de pólvora para quemarse en este tiempo.

Este carnaval es una mezcla de alcohol, rituales prehispánicos, católicos e historia de México, compuesto de la fiesta y alegría de un pueblo. Tan sólo los últimos tres carnavales han producido 230 lesionados con heridas de pólvora emanada de los mosquetones utilizados, además de un muerto, según los reportes oficiales. Pero el año pasado fue particularmente violento, luego de que el saldo del carnaval dejó a 120 personas lesionadas en diversos hospitales de la zona, cifra que superó por si sola las del 2012 y 2011 juntas.

Según los datos entregados por autoridades municipales y de Protección Civil, en 2011 hubo 50 lesionados y 60 en el 2012. Pero la tradición tan arraigada y la fiesta en sí han eclipsado las cifras “negras” de cada año, y los más de 20 mil visitantes y más de 12 mil participantes en promedio anual comprueban que el peligro del carnaval de Huejotzingo está muy por debajo de su alegría.

Así, las comparsas de bailadores que danzan al son escandaloso de bandas de música ataviados con capuchas o máscaras, reminiscente de las danzas prehispánicas o el tronar de los mosquetones, ocultan los gritos de los lesionados.

Las celebraciones

Cuando el carnaval de Huejotzingo nació, en 1893, el presidente de la República era Porfirio Díaz y le faltaban por lo menos 18 años en el poder. Desde entonces, pasaron una revolución, una guerra cristera, dos guerras mundiales y un sinfín de acontecimientos.
Así, cada año, el carnaval fue creciendo en fama, primero regional, luego estatal, posteriormente nacional y ahora ha cobrado reconocimiento internacional.

Los más importantes municipios de la entidad alistan cada año a sus cuadrillas de danzantes y huehues, pero el de Huejotzingo está muy por atrás a otros tradicionales, pero sin fama en municipios como Molcaxac y San Pedro Cholula.

Y es que el carnaval de Huejotzingo tiene algo distinto que lo diferencia de otros festivales similares en el centro del país, y es que la fiesta es una verdadera pachanga, según dicen los mismos pobladores. Huejotzingo se ubica aproximadamente a 25 kilómetros de distancia de la capital poblana, donde para esta edición participarán poco más de 12 mil danzantes en 23 batallones, del 1 al 4 de marzo, por sus principales calles.

Es celebrado desde 1893, donde se mezclan los vistosos trajes de colores y chaquira que poseen los danzantes, así como sus máscaras, túnicas, gaznés, tocados de plumas, escudos y fusiles o mosquetones. Estas vestimentas son hechas de manera artesanal y a mano; en algunos casos, son unas verdaderas obras de arte, como los mosquetones que son de madera labrada con distintos dibujos pedidos a solicitud del comprador.

El ritual es como una gran obra de teatro que en tres actos resume, expresa y presenta al espectador la historia, cultura e identidad de un pueblo. El primer episodio que se representa es la Batalla de Puebla de 1862, apenas 30 años antes de que iniciara el carnaval por primera vez.

Por las calles céntricas se observan fingidos enfrentamientos entre los batallones de Zacapoaxtla, Lanceros, Zapadores, Turcos y Zuavos (franceses), acompañados de comparsas de música de viento, encabezados por hombres y mujeres.

El segundo acto es el de Agustín Lorenzo, un personaje del siglo XIX que se robó a la hija del corregidor de Huejotzingo, una historia o mito muy conocido en la población, que ha pasado de boca en boca, de generación en generación.

El tercer episodio es la historia de un matrimonio indígena que simboliza la primera unión que se realizó en este lugar, bajo el rito católico, en tiempos de la colonia española, que representa cómo se evangelizó al pueblo.

Se espera que por lo menos 20 mil visitantes de distintos puntos de la República mexicana y de diferentes partes del mundo atestigüen la quema de por lo menos cuatro toneladas de pólvora. Pero también es un negocio gracias a que para esta fiesta el municipio espera una derrama económica cercana a los 5 millones de pesos.

Este sábado el ritual inició en el zócalo del municipio, mismo lugar donde el próximo 4 de marzo será el gran cierre, con la premiación al mejor traje, el mejor bailador y el mejor latiguero.

Para este año el cierre del carnaval tendrá lugar en la explanada de la escuela Betancourt, donde se contará con la presentación de los grupos musicales Trono de México y Mi Banda El Mexicano, con un costo de 100 pesos por persona.

Pólvora y sangre

En 2012, en el Sanatorio Campestre de Santa Ana Xalmimilulco, falleció un huehue que se lesionó la cabeza cuando cayó al suelo, luego de que uno de sus compañeros lo golpeara accidentalmente con la culata de un mosquetón.

Jesús Díaz Cruz era vecino de Xalmimilulco y, de acuerdo con el reporte ministerial, se encontraba bailando en el festejo, cuando de momento uno de los danzantes lo golpeó, sin querer, en la cabeza.

Debido al golpe, Jesús perdió el equilibrio y cayó al suelo lesionándose el cráneo, por lo que fue trasladado a la unidad médica referida, situada en avenida Soledad 431, donde horas después fue declarado muerto a causa de las heridas.

Esta fue la última persona que perdió la vida, en medio de decenas de lesionados que año con año acaban en una cama de hospital recuperándose en algunos casos, hasta de la resaca de la pachanga.

En 2011 se reportaron 50 personas lesionadas, 40 de gravedad, resultado de quemaduras de primer y segundo grado por la explosión de pólvora. Los lesionados, como cada año, son llevados a los hospitales generales del sur y norte de la ciudad de Puebla para recibir atención médica.

La mayoría de los lesionados forman parte de los 12 mil danzantes que participan, pero también hay casos de turistas que se atraviesan o acercan en el momento menos oportuno a una detonación de mosquetón.

Desde 2011, la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) destina cada año varios soldados para vigilar el carnaval, pero esto no ha evitado que las cifras de lesionados aumente cada año. En 2012, fueron más 60 personas las lesionadas con quemaduras de primer y segundo grado por la explosión de pólvora.

Pero para 2013 se rompieron récords al lesionarse 112 personas, entre ellos seis elementos de la Policía municipal que resultaron con heridas leves cuando intervinieron para poner orden en las guerritas de los danzantes.

Pero bajo los influjos del alcohol los danzantes hicieron estallar sus mosquetones contra los uniformados. Entre los lesionados también estuvo Isidro Gorzo Munive, de 13 años de edad, a quien le explotó la caja de pólvora que llevaba entre sus ropas, resultando con quemaduras graves en 20 por ciento de su cuerpo.

Fabián Juárez Rosales, de 18 años, se lesionó en la garganta luego de que le estallara su mosquetón y la barrilla con la que presionan la pólvora se le incrustara.