Al iniciar la Cuaresma con la celebración de Miércoles de Ceniza, la Iglesia católica hizo un llamado para terminar con los abusos y la discriminación hacia los pobres, mismos que son privados de sus primeras necesidades, que son la comida, el agua y las condiciones higiénicas.

Durante la misa en catedral, el arzobispo de Puebla Víctor Sánchez Espinosa al iniciar la Cuaresma pidió a las familias poblanas acercarse más a Dios, pues dijo que es momento propicio para la reconciliación.

Recordó la frase “Polvo eres y en polvo de convertirás” e indicó que son 40 días de oración, sacrificio y de limosna; por ello pidió a los católicos a no poner malas caras ante el ayuno.

El arzobispo resaltó que en esta época hay que hacer abstinencia, que no sólo es cambiar la carne por el pescado, sino “debilitar nuestro cuerpo para fortalecer nuestro espíritu y poder luchar contra la tentación y el pecado.

”Cuando des limosna no lo anuncies, para que tus obras buenas las va tu Padre que ve los secretos, cuando ores no vayas a las plazas, sino entra en los secretos de tu corazón y ora a Dios nuestro señor”, apuntó.

En esta misa el arzobispo ungió ceniza en la frente de los arrepentidos.

“La ceniza sólo es un signo externo de lo que debe estar pasando en el corazón de cada uno de nosotros”, explicó que la ceniza que se coloca procede de los ramos bendecidos del Domingo de la Pasión del señor del año anterior, siguiendo una costumbre del siglo XII. Los creyentes reciben o se imponen ellos mismos la ceniza en señal de arrepentimiento y penitencia.

Más adelante se amplió el mensaje de reflexión y pidió mirar a los pobres: “A imitación de nuestro maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.

”La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonía, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad.

”En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria.

”Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir”.

Aclaró que no es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. “¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente”.

Sánchez Espinosa dijo que hay que pensar en la realidad actual y la necesidad de la fe: “Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor.”
Manifestó que para la Iglesia católica el Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual.

“En cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza¡”

Apoyo a los peregrinos

Al término de la celebración, en entrevista lamentó la muerte de ocho peregrinos que se dirigían al Santuario del Señor de Chalma, e indicó que estuvo en contacto con el párroco de Xoxtla para conocer la situación.

Informó además que acudiría por la noche a oficiar una misa de cuerpo presente en la comunidad de Mihuacán, del municipio de Coronango, a fin de auxiliar espiritualmente los familiares de las víctimas.

Dijo que lamentablemente hay riesgos y la gente mantiene las peregrinaciones como una forma de fe y la recomendación es que extremen precauciones.

Mensaje del papa Francisco

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.



“Queridos hermanos y hermanas:

”Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: ‘Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza’ (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?”

“La gracia de Cristo

”Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: ‘Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…’. Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se ‘vació’, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama.

”La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, ‘trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado’ (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

”La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice San Pablo— ‘… para enriqueceros con su pobreza’. No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica”.