Durante la celebración solemne de Corpus Christi en la Basílica Catedral, el arzobispo auxiliar, Tomás López Durán, llamó a las y a los poblanos a apartarse de la indiferencia y a ser solidario con el prójimo.
Ejemplificó que, en algunas ocasiones, hasta nos ocultamos para no tender la mano fraternal a las personas, así sin darse cuenta que al hacerlo a un hermano, "la acción se le está haciendo a Dios".
Además, refrendó que con mucha responsabilidad se celebra la festividad de Corpus Christi.
Pidió porque en todos los ciudadanos nazca nuevamente el sentimiento de amor y solidaridad ante el avance de los sentimientos de la maldad y destrucción.
El llamado también, subrayó, es enderezar los caminos, basta con abrir los ojos para darse cuenta hacia donde camina un mundo alejado de la fraternidad.
El arzobispo auxiliar lamentó que ahora los sentimientos de la mayoría de las personas estén concentrados en el individualismo, en lugar de privilegiar el bien común.
Advirtió de la importancia de que cada ciudadano realice cambios en su actitud cotidiana y en sus vidas en busca de que renazcan los valores como el amor hacia el prójimo.
Subrayó que la vida misma es un don precioso que nos ha dado Dios; Dios al dar la vida, pide mantener la esperanza de mejorar a este mundo con nuestras actitudes positivas.
Durante la celebración, recordó, sutilmente recordó a la comunidad una de las frases célebres de Aurelio Agustín a San Agustín: "A actuar como piensas para no terminar pensando como actúas, al indicar que se debe tratar al prójimo como se trata uno mismo".
El vicario profundizó que este pensamiento debe de permear en los ciudadanos para vivir congruentemente en todos los sentidos de la vida social.
La majestuosidad de la ceremonia en este 2022, nuevamente peregrinó por el atrio de la Catedral, los fieles siempre guardaron las acciones sanitarias para evitar contagios masivos de Covid-19.
El mensaje de unión familiar y reconciliación, subrayo, es para detonar una vida congruente a la forma de pensar para ser ejemplo de un actuar recto y solidario.
La fiesta profana
En el mercado de El Parián, nuevamente aparecieron las figuras de los panzones y una que otra mulas.
Los recuerdos que no lograron salir a la venta el año previo por las restricciones sanitarias impuestas por el Covid-19, en esta ocasión vieron nuevamente el sol. Así el panzón fue objeto del deseo para burlarse de las personas, no por su redondez sino por ser el blanco perfecto para arrancar la sonrisa a esos rostros adustos.
Pero los panzones permanecerán en los puestos por varias semanas para convertirse nuevamente en ese imán monetario en el que se transforma previo a la aparición de la pandemia.
Esta tradición de panzones y mulas tienen su origen en el siglo XVI y XVII, cuando los entonces hacendados cargaban a sus bestias con la cosecha lograda en el año.
El 10 por ciento de la cosecha se entregaba a la Iglesia Católica, por lo que los hacendados, la mayoría de éstos españoles, portaban sus mejores trajes y de las haciendas bajaban a la Catedral de Puebla.
Los peones en tanto se concentraban en el templo para hacer reverencia cuando el sacerdote elevaba la hostia, el cuerpo de Cristo; en ese momento uno de los hacendados incrédulos se negó a hacer la reverencia y a difamar, pero su sorpresa fue tan grande porque fue la mula la que se postró y ridiculizó a su amo.