Al presidente municipal Eduardo Rivera no sólo le llueve por fuera, sino dentro de su propio equipo de trabajo. Los regidores de las distintas fracciones parlamentarias, incluidos algunos del PAN, ya manifestaron su inconformidad por la actitud del secretario general Manuel Janeiro.
Y es que el encargado de las política interna nada más no ata ni desata. La relación del exdiputado local con los regidores llegó a tal punto, que los integrantes de Cabildo están a dos minutos de solicitar la cabeza del funcionario. Resulta que el secretario general no sólo ha sostenido fuertes diferencias con algunos regidores, sino que no ha cumplido cabalmente con las funciones de representante del primer regidor, quien ante la advertencia puso “en su lugar” a Janeiro.
Como en cualquier administración municipal, el brazo derecho del alcalde debe fungir como interlocutor entre los representantes de los distintos partidos políticos y el presidente municipal para evitar desencuentros en las sesiones públicas y privadas. Sin embargo, hasta el momento no existe trabajo de negociación y acuerdos, a tal grado que hasta los panistas se quejan de la situación.
Ante tanta queja, el presidente municipal dio un golpe en el escritorio (aunque no lo crea) y le advirtió a su secretario general que mejorara su relación con los regidores o no evitaría su destitución.
Y no es para menos.
Manuel Janeiro siempre ha sido uno de los hombres de confianza de Eduardo Rivera Pérez, por no decir su “empleado útil”. No en vano fue colocado en uno de los puestos claves de cualquier administración municipal. Sin embargo, su personalidad y falta de capacidad le impiden cumplir cabalmente con su encomienda. Recordemos que durante la 57 Legislatura Janeiro pasó inadvertido. Las participaciones suyas en tribuna generalmente fueron para defender lo indefendible y ni su actual jefe ni su compañera de trabajo y bancada, Leonor Popócatl, metían las manos. Fue ahí donde obtuvo el sobre nombre de “alto vacío”.
Y no lo dije yo.