El nivel de impopularidad del senador Javier Lozano Alarcón es exactamente proporcional a la ferocidad de los epítetos que concita en redes sociales. En corto o en el nuevo escenario público en el que se ha convertido el uso de las redes, la reacción es casi siempre la misma: el enojo.
El talante de este personaje, a quien alguien en Twitter llamó "fecalito", una suerte de gentilicio del grupo de Felipe Calderón, el expresidente de México, a quien el senador siguió desde que comenzó la campaña de 2006, parece no tener fin; de la arrogancia sin límite a la majadería, Lozano es siempre Lozano.
Une entrega de esta “Parabólica”, publicada en el diario digital e-consulta este fin de semana, motivó la descalificación del calderonista. Le llamó falta de "rigor" a una breve relatoría de los estropicios provocados a su paso por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS).
No agradó al exquisito oído de este conocedor de música culta los llamados del pasado, sobre todo cuando como priista compitió por un escaño en San Lázaro y terminó por entregar el mayor número de votos en todo el país al partido al que combatió en el año 2000, Acción Nacional, y a su candidato presidencial, Vicente Fox Quesada.
Por decoro, el reportero decidió obviar un pasaje compartido por afectados y poco conocido que data del inicio de la década del cambio de milenio: las cuentas incumplidas de la campaña del candidato priista, que quedaron en el pasado y que ahí descansan sin ser desempolvadas.
Los acuerdos políticos que como candidato a senador por el PAN pactó con grupos de medios poblanos que le tendieron la mano, quedaron en el olvido una vez que alcanzó la posición que ahora ocupa.
El mal talante de Lozano Alarcón tiene un origen insoslayable. Solicitar licencia al Senado de la República como anticipó, si resultaba perdedor de un pleito legar con el exgobernador Manuel Bartlett por un presunto daño al honor, no está en sus planes, lo que se traducirá en un nuevo capítulo de incumplimiento de su palabra, como ha sucedido en otros episodios de su vida pública.
En el sótano...
El amago en contra del subsecretario de Sededol, Juan Carlos Lastiri, en la última semana tiene sus orígenes en las reuniones que producen acuerdos con liderazgos en regiones del interior del estado, en las que se hace acompañar de la mayoría de los delegados federales.
El misil enviado el miércoles 29 contra del exgobernador Mario Marín Torres por el presunto uso indebido de dinero público entre 2008 y 2010 tuvo como propósito enviar una señal de hostigamiento contra el poblano que mejor se ha movido en el gabinete de Enrique Peña Nieto.
A Lastiri Quiroz se le ve desde Casa Puebla como el aspirante priista a la candidatura al gobierno del estado, con las mayores posibilidades para echarse la designación en medio de una leonera en la que se ha convertido el PRI, merced del proceso de 2015, y que definirá en buena medida la contienda interna de 2016.
Exhibirlo en la escena pública, vinculado con un proceso aparentemente irregular en el pasado buscaba de paso, comenzar a sembrar negativos en un perfil poco identificado por el ciudadano promedio y que suele convertirse en una auténtica fortaleza a la hora de las definiciones.