Durante más de 40 minutos, el presidente Enrique Peña Nieto tuvo de frente a dos aspirantes a una candidatura, que no está cerca pero tampoco tan lejana, según los tiempos de la política en microcosmos distintos.
Dos subsecretarios bajo la tutela de la Rosario Robles Berlanga, quien comanda la estrategia de política social del Gobierno Federal.
Se trataba del poblano Juan Carlos Lastiri Quirós y el mexiquense Ernesto Javier Nemer Alvarez; el primero, subsecretario de Planeación, Evaluación y Desarrollo Social; el segundo, de Desarrollo Social y Humano.
Dos de los más cercanos a la titular de Sedesol, la expresidenta del PRD, que arribó al equipo presidencial al inicio del sexenio.
Sucedió en el marco de la ceremonia de la concreción de un crédito que el Banco Mundial concedió al programa Prospera, de Sedesol, por 350 millones de dólares, el miércoles 19.
El escenario no era el más adecuado, pues la atención del círculo rojo estaba centrada en dos temas de coyuntura que corren paralelo a la agenda presidencial. Pero las oportunidades políticas se presentan siempre en circunstancias particulares.
La llamada “casa blanca” en las Lomas, que Angélica Rivera, esposa de Peña Nieto, había admitido como suya unas horas antes a través de la red social YouTube y la declaración patrimonial que el propio inquilino de Los Pinos había ofrecido revelar. Todos estaban a la espera.
Se trataba de la implementación de la estrategia del manejo de crisis tras el escándalo desatado por una revelación periodística, mientras el matrimonio Peña-Rivera hacía una gira de trabajo por Asia.
Pero la coyuntura es eso, un periodo relativamente breve en la historia que se escribe con el día a día. Y la política se hace todos los días, en cada momento e instante. La clase política en movimiento perpetuo y constante en la búsqueda de mejores posiciones. Es naturaleza humana.
Por eso conviene subrayar la condición que el miércoles pasado adquirieron los dos subsecretarios de la Secretaría de Desarrollo Social. De manera inequívoca Lastiri y Nemer están en la órbita presidencial y a esa circunstancia no todos los que quieren estar tendrán acceso.
El poblano trabaja desde hace meses en el crecimiento de sus niveles de conocimiento del electorado para estar en condiciones de competir con otros perfiles en el escenario local. Las cartas para jugar en el póker del poder no las ha abierto, pero la mano que le tocó no es desdeñable.
En tanto, el mexiquense puede dar la sorpresa. Sus aspiraciones van mucho más allá del encargo. La ruta está trazada y la maquinaria ha sido echada a andar, así que el derrotero está delineado a despecho de quienes aspiran a suceder a un Peña desgastado, pero no debilitado. Afirmar lo contrario resultaría disparate.
“Te vi cerca del presidente”, dije, la víspera, al subsecretario de Planeación de Sedesol. “Un saludo con afecto nos dio (Enrique Peña Nieto) a mí y a (Ernesto) Nemer”, confió el funcionario federal, que no despega un pie de la tierra poblana. Estar más de 40 minutos en la órbita presidencial cuenta, y mucho.