La historia reciente en el Partido Acción Nacional está marcada por un constante desencuentro. El objeto de la discrepancia ha sido el gobernador Rafael Moreno Valle. No se puede alegar diferencia política o choque de intereses entre el inquilino de Casa Puebla y la dirigencia partidista.
Más bien ha sido una confrontación que se ha extendido desde que arribó procedente del PRI. Y esa historia ya se cuenta por años, casi diez años, dos lustros y tres presidencias panistas.
Los últimos tres ex presidentes de ese partido, Eduardo Rivera Pérez, Juan Carlos Mondragón y ahora Rafael Micalco Méndez han tenido diferencias políticas con el hombre que llegó a ese partido de la mano de Manuel Espino Barrientos, que ahora será diputado federal plurinominal por el Movimiento Ciudadano.
A diferencia de sus antecesores, Micalco Méndez es el dirigente que públicamente ventiló esa relación tensa, discordante con un correligionario que no es un militante cualquiera. Titular del Ejecutivo y aspirante a la candidatura presidencial de su partido, tiene a su disposición el aparato para someter o intimidar cualquier expresión de disonancia.
“En el PAN la reflexión sobre el poder siempre llegará a la misma conclusión: el poder es para servir, no para servirse, así que para todos quienes han llegado a alguna posición de poder bajo las siglas del PAN es la misma exigencia, de ocupar el poder para servir a los ciudadanos” (...).
“…es por ello que en los últimos meses se han dado desencuentros entre la Dirigencia Estatal y quienes ejercen el poder en Puebla. Y amén de lo que venga, ya se hace necesario explicar públicamente mi postura”.
“Como presidente del PAN en Puebla estoy decidido a defender el derecho a la participación militante en la elección de candidatos, por lo que utilicé todos los foros y facultades estatutarias para manifestarme en contra de las designaciones”.
Y si, dueño del aparato estatal el panista gobernador impuso usos y costumbres que no eran parte de las formas de hacer las cosas en la ortodoxia política en un partido que si algo pudo presumir, fue su doctrina y ética pública.
Juan Carlos Mondragón que mientras fue dirigente estatal panista fue objeto de la diatriba de la burbuja de Moreno Valle dijo una vez al reportero: “ha sido una pesadilla el tironeo con el gobernador.
Algo similar sucedió con Eduardo Rivera Pérez, que como dirigente del PAN en Puebla tuvo que operar con los grupos locales para persuadirlos de no impedir el arribo de quien había sido un convencido militante priista hasta que se le cerró la posibilidad de ser candidato a gobernador.
Algo no funciona bien en la relación entre el gobernador de Puebla que llegó bajo las siglas de Acción Nacional y sus tres últimos presidentes.
Son los panistas que no se han dejado “evangelizar” como se le ha dado en llamar en la burbuja del mandatario al proceso de desmantelamiento del partido que fue ejemplo de lucha política desde una posición de dignidad y ética en la historia de la pugna por el poder en México.
Parabólica