He estado malito, lector querido. Esto mismo me hizo pensar, no sólo en lo efímero de nuestra existencia, sino en lo complejo que es este juego que llamamos vida.
Una de las imágenes que llegaron a mi maltrecho montón neuronal, fue: qué ironía tan loca, al final, cuando esto se acabe y me vaya al cielo nadie sabrá,quién fui en realidad…que mala onda, pero esa es la pura y rotunda neta.
Tenemos un comportamiento con nuestros hijos, otro con nuestra esposa, otro con los cuates. Otro con los íntimos, otro en la chamba, etcétera. Al final, para algunos habré sido un buen cuate, para otros un mal compañero, un ojete, un santo, un intolerante incomprensivo, etcétera.
La realidad es que todos nos percibirán de acuerdo a su propia personalidad o a sus propias experiencias de vida. No nos debería sorprender, que a veces sentimos que nadie nos comprende, que nadie nos conoce, y es cierto, nadie absolutamente nadie nos conoce. Conocen lo que queremos que vean en nosotros o deforman nuestra imagen de acuerdo a sus broncas personales.
La gran pregunta es ¿Quién soy yo en realidad? ¿A caso soy todos esos que ve la gente que me rodea?
Así que cuando decimos “yo soy totalmente franco y congruente con mí mismo”, no tenemos ni la más remota idea de a que o a quién nos referimos.
No puedo negarlo, lector querido, pero aún me sigo preguntando, no solo quién soy yo en realidad, sino que soy. A la única conclusión que he llegado es: qué bueno que Diosito no hizo a otro babas como yo, el mundo sería un despapaye peor de lo que es hoy.