Pienso que el dramático aumento de feminicidios en Puebla no se debe de ninguna manera a  la impunidad ni a la estupidez de los ministerios públicos, o a la negligencia de nuestros hábiles policías y jueces.  
En “camotilandia” (también conocida como Puebla) la impunidad ni la corrupción existen. Lo que sucede es que los sufridos agraviados por la violencia de género no se explican, es decir; no  explican a la violencia de a que género se refieren, porque nuestras cultísimas autoridades saben que hay diferentes géneros. Existe un género teatral, un género de cine, de pintura, de música, etcétera.
Definitivamente debe ser un verdadero problema para nuestras hábiles y ágiles autoridades. Imagínate nomás, lector, lectora querida, que, llega de repente un montón de gente al ministerio público a declarar que se ha cometido un feminicidio más en la colonia.
—¿Un qué?
— Un  feminicidio, su Señoría, asesinaron  a otra mujer más.
— ¿De qué sexo?
— Era mujer, Señoría.
— Ah, entonces fue un mujericidio
— Si, su Señoría la fémina, además de ser asesinada era mujer. 
— Ah, mujer, del género femenino.
— Sí, Señor, el  feminicidio fue cometido en contra de una mujer femenina.
— Ya ve porque no avanza uno contra el crimen: explíquense bien.
Ora imagínate, lector querido, que la ciudadanía les exija terminar con la violencia de género.
— ¿A qué género nos referimos?
— ¿Al género cómico, al drama al clásico, al romántico?
— O nos referimos a la violencia del arte pictórico, al género abstracto, al graffiti, al puntillismo, al muralismo o al hiperrealismo?
Si, no cabe duda, somos muy poco explícitos, muy poco claros, tarados e ineptos —además de incomprensivos—.  
Por eso aumentan los feminicidios contra las mujeres de sexo femenino y la corrupción.