Qué tiene la tristeza que adormece el alma y todo parece más distante.

Cuando veo que a Dilma Rousseff, a Lula da Silva, a Cristina Fernández de Kirchner o a la otra Cristina, la hermana del Rey de España, los están juzgando por supuestas corruptelas, yo me pregunto: ¿Cuándo veremos esto en el reinado mexica, en nuestro corrupto y descompuesto mexiquito?, en donde no se les puede tocar ni con el “pétalo” de la Constitución a ninguno de los todopoderosos diputados, ni a los senadores o a los jueces corruptos, ministerios y demás burócratas de alcurnia.

Me da una mezcla de coraje, envidia e impotencia ver que otros países están poniendo en orden a sus políticos y jerarcas, mientras que nosotros seguimos igual de agachones y cómplices…

A lo macho que, como decía aquel: “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Obviamente se entiende que al gobierno lo componen desde el policía y el burócrata más humilde hasta los altos, altos, altísimos jerarcas que nos traen jodidos, que digo jodidos, jodidísimos.

No le hagamos al agazapado: la corrupción es más contagiosa que el chikungunya o la viruela. A cualquiera que tenga un poco bajas las defensas se le va a pagar lo corrupto. Desde luego que hay vacuna para esto, se llama honestidad, y la honestidad se logra evitando la impunidad. Ahí está la razón de nuestros males, en la maldita impunidad.

La ley tiene que ser libre, despegada del gobierno, de los partidos y de la burocracia… LIBRE

Mientras todos juguemos al tú me tapas y yo te tapo, al moche impune y grotesco, seguiremos pudriéndonos y envidiando a Brasil, a España o a la jodidísima Argentina.

Mientras la ley no sea LIBRE e INDEPENDIENTE, todo seguirá pudriéndose. Cambiaremos de partido político, de régimen, y todo seguirá igual, o peor, porque aparecerán los Maduros y los Pejes u otros redentores como el de Corea del Norte.

Qué tiene la tristeza que adormece el alma y todo parece más distante. Seguramente me iré antes de ver el fin de la impunidad en mi país, pero me gusta imaginármelo.