"La fiesta, es un conflicto entre
la naturaleza y la voluntad
humana en el que la muerte,
siempre es vida".
Carlos Fuentes
—Conque tú eres Rodolfo Rodríguez "El Pana", el panadero, famoso brujo de Apizaco. "Mira, que acabado estas", le dijo San Pedro, alisándose la cárdena barba, jalándola entre los dedos índice y medio flexionados y el pulgar iniesto haciéndola terminar en punta.
—¡Acabado...No, Maestro...jodido y maltratado por la vida, sí. Pero, ¡Acabado nunca!
—Pasále... ¡Está es tú casa!, respondió el Santo Guardián de la Puerta Grande de los cielos, al tiempo que abría el portón y hacía sonar en su aro las descomunales llaves, enormes como aquella que abría la puerta del toril en los tiempos del romanticismo del toreo.
—"Hoy, ya ni la llave de toriles utilizan en la Plaza México, después del paseíllo", dijo el que venía de Apizaco, pasando por Ciudad Lerdo y luego Guadalajara.
—Y, a propósito de la gran plaza, preguntó el que en vida fue torero, después de brujo, ¿no andará por aquí el doctor Ganona?, porque si es así, mejor me voy pa' los infiernos.
Al abrir la puerta, desde dentro se escuchó un muy fuerte grito: ¡Arrrrriba el Pana!
Es que también estaba en la puerta del cielo, muy enrrebozada en su mantilla bordada en color rojo intenso, doña Nieves con sombrero cordobés ladeado y un ramo de rojos claveles en la mano, gritando; por cierto, que en el cielo ha recuperado la fuerza de su voz...¡Arrrriiiba El Pana!
Junto a ella estaba don Raúl González quien con los brazos en jarras y de manera enérgica con actitud inquisitiva, y al igual que muchos años atrás, tiempos en que con vestimenta de maletilla llegaba Rodolfo Rodríguez, sin haber sido convidado a las tientas de "Piedras", le preguntó: ¿Y, tú torero, por dónde has venido?
A lo que El Pana respondió en el mismo tono y con harta firmeza y seguridad: “Por el mismo camino que usted ganadero, ¡Me vine directo del Camposanto pa' acá!
Tras de don Raúl y en formación casi de patio de cuadrillas estaban El Ranchero, su hermano, el Matador Flavio; muy callao, pero sonriente, haciendo honor a su apodo, Fernando de los Reyes, "Francisco" Pancho Pavón "Hernández" y una pléyade de gente del toro y de por el rumbo: don Manuel de Haro y Caso su hijo Manuel de Haro González don Sabino Yano Sánchez, a su lado, doña Margarita Bretón de Yano que esperaba a Rodolfo teniendo para convidarle una cazuela de barro, con ricos, sabrosísimos frijoles de olla con trozos de cecina y bolitas de masa rellenas de epazote, adornados con flores de calabaza; a Rodolfo se le hizo agua la boca y se le saltaron los ojos en actitud muy suya que le acrecentaba los ojos enmarcados en profundas grietas sobre la tez morena, las líneas de expresión, o "platas de gallo", al ver las tortillas de mano que echaba doña Chonita, la sempiterna cocinera de Piedras.
Sentados en una mesa que era una tabla sobre una nubecilla, Jorge Riveroll que barajaba unos naipes para iniciar el conquián: "Te tardates mucho, mi panadero", le dijo Jorge que chalenaba con el "Malignho" con una sonrisa mefistofélica de oreja a oreja, de esas de vampiro que tenía, sonreía, quizá recordando aquella noche de juerga terminada en el privado de José Antonio Sagasti en la casona de "El que mató al animal", tras de Catedral en Puebla, pasaban las 12 de la noche y ya cerca de las 2 de la madrugada El Pana le dijo al "Malignho": "Ya vete pa' tu casa, que ya es más de media noche y ¡Tienes que salir a espantar!
Que palomilla, ¡Que banda!, dirían ahora los chavos, y que desmadre van a armar ahora en los cielos, todos ellos que saludan, apenas frotando los pulpejos de los dedos; "frotando y soltando de inmediato" igual lo hacía aquel torero que apenas al morir, de él, acertadamente escribió y lo describió: "Excesivo y canalla, fue un matador de arrabal", Jan Martín Ahrens en "El País", quien muy bien dice que: "Entre los toreros, morir es un día sin suerte".
Así ocurrió y ya instalado en los cielos, el Matador deshizo el hatillo que llevaba envuelto con un paliacate rojo y de entre sus cosas sacó una ya muy raída y descolorida muleta; rehaciendo el nudo de las faldas de la camisa de cuadros, anudó las puntas sobre el ombligo, se acomodó de lado la cachucha de maletilla, y muy garboso, con ese su andar pausado y jarifo, se fue en busca de "Rey Mago" para terminar, concluir aquel trincherazo que había iniciado un 7 de enero del 2007 en el llamado embudo de la colonia Noche Buena que esa tarde se "cuarteo" hasta sus cimientos de la voltereta que dio, cayendo la plaza en el mismo lugar, —pensábamos que iba a caer del otro lado de Insurgentes—, donde aún está con una placa de bronce en su entrada de sol general, recordando las hazañas de quien, aun siendo novillero, llenó sus tendidos por varias tardes.
Después de tanto bregar, gozar y sufrir por los andurriales de este mundo, ya descansa en paz, Rodolfo Rodríguez, ahora tendrá el apoyo de Ángeles y Arcángeles para, cuando sea necesario darle fuerte manotazo al Pana cuando do sea necesario, junto con un: ¡Ya estate sosiego! Al final, no resta, sino cantar, lo que canta Sabina: “Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen sentido".
PÍES DE FOTOS:
FOTO 1.- Rodolfo Rodríguez, después de una vida azarosa, dentro y fuera de los ruedos, como "El Pana", ya descansa.
FOTO 2.- Inconfundible, su figura es ya un icono de la torería mexicana y mundial.
FOTO 3.- Vaya trío de 3, dando vuelta al ruedo en la Monumental de Apizaco: Rafael Gil "Rafalillo", Rodolfo Rodríguez, cuyo nombre lleva la plaza y Jorge de Jesús "Glison", con amplia sonrisa celebrando que Rodolfo "se salió con la suya".
FOTO 4.- En blanco y negro, singular fotografía en negativo con uno de los pases característicos del Pana.