El problema de la clase política y dominante en México son las formas. Cada uno de sus integrantes, en mayor o menor medida y desde su burbuja, ese espacio privilegiado, inalcanzable para el mexicano promedio, los aleja de la realidad que vive el segmento mayoritario del país, lleno de carencias y apuros para paliar necesidades apremiantes.
Ayer mientras el presidente Enrique Peña Nieto y los sectores empresarial, agrario y obrero firmaban la reedición del ochentero Pacto de Solidaridad Económica un impresentable dirigente obrero, Carlos Aceves del Olmo, se desgarraba las vestiduras por la economía de los trabajadores cetemistas con un reloj Patek Philippe de más de 300 mil pesos en la muñeca izquierda.
Alguien en la red hizo una comparación que no admite réplica: esa joya de la relojería suiza tiene un costo equiparable a un departamento de la Unidad Habitacional La Margarita en Puebla, en donde llegan a vivir hasta cinco integrantes de una sola familia. De ese tamaño la desproporción en el ingreso.
Insensible el dirigente de la CTM; sin duda, sobra decir que el grado de ostentación de este personaje obedece a una larga vida de comodidades obtenidas al amparo de una central obrera que desde hace décadas dejó de cuidar los intereses de sus agremiados para dedicarse al acuerdo y la tranza hasta con gobiernos como el de Puebla, con Rafael Moreno Valle a la cabeza.
Más ejemplos: en los inicios del gobierno de Rafael Moreno Valle la Secretaría de Seguridad Pública, entonces al mando del actual titular del Instituto Nacional de Migración, Ardelio Vargas Fosado, fue capaz de boletinar la detención de un individuo cuando robaba botes de leche en polvo en una farmacia.
Ignorantes de que el hurto famélico no pude ser considerado delito, fue sometido a proceso. Oda a la eficacia del gobierno que pidió a los poblanos abrir los ojos porque lo mejor estaría por venir, perseguía y detenía a personas que no tuvieron otra solución a la mano para llevar algo de comida, que el robo.
El domingo 8 mientras en las salas de las casas en Puebla, los cafés y peluquerías las conversaciones giraban en torno a la marcha multitudinaria contra el gasolinazo que nos recetó la Federación y los actos vandálicos del jueves y viernes, Moreno Valle volvía a las prácticas del uso indiscriminado del helicóptero Agusta, cuyo costo por hora, de acuerdo con información publicada por el periodista Enrique Núñez, es de 70 mil pesos.
El imponente aparato descendió en la zona de la pirámide de Cholula a las 11:30 de la mañana para llevar al mandatario hacia algún destino, luego de recorrer la ciclovía de la capital del estado a es municipio a manera de acto inaugural. Otra vez las acciones insensibles de la clase gobernante.
El domingo mientras el autor de esta columna veía la marcha y manifestación de rechazo al incremento al costo de las gasolinas, escribí en Facebook que la capacidad de convocatoria era asombrosa, lo que repercutió notablemente en esa red social. Para bien y para mal.
El lunes recibí una llamada de un funcionario priista del gobierno federal para ‘puntualizar’ que no era tanta la gente que había asistido a esa expresión de repudio. Comparada porcentualmente no era ni el 1.0 por ciento de la población, dijo más a menos. Valiente consuelo, también hizo notar que los integrantes de esa caminata también habían gritado consignas contra el gobernador de Puebla.
Entendí entonces porque perdieron en 2010 y de manera reiterada en elecciones subsecuentes. Y también porque es que hoy en día la percepción general de que en 2018 van a cargar con la derrota. Y es que el problema, son las formas.