Es probable que cuando esta columna llegue a su mesa en versión impresa o en cualquier dispositivo digital, Marilú Aguilar Morales, una joven de 25 años de edad, maestra de educación pública, en una escuela en algún lugar de Tehuacán haya perdido una pierna tras una larga secuencia de negligencias que comenzó cuando al autobús en el que viajaba desbarrancó, poco antes de llegar a su destino, Zacatlán.
Las más condenables ocurrieron en el hospital del Instituto de Seguridad y Servicio Social al Servicio de los Trabajadores de los Poderes del Estado de Puebla (ISSSTEP), en donde fue ingresada el sábado con una severa lesión en la extremidad casi cercenada.
En mala hora sucedió porque una instalación hospitalaria de ese tamaño carecía de energía eléctrica.
No solo adolecía de ese insumo básico para la atención de pacientes en urgencias y áreas de medicina interna, sino de médicos disponibles. El accidente de Marilú ocurrió en las primeras horas del sábado, fue atendida por los paramédicos de la región y llevada a una clínica hospitalaria en Zacatlán en donde se determinó trasladarla a la capital del estado.
Perdió momentos precisos en cada uno de los procesos, pues según testimonios de los paramédicos, el tejido de la pierna en riesgo estaba aún vivo al momento de ser rescatada del barranco en la madrugada del sábado. Sin energía eléctrica en el hospital de la capital ni médicos a la mano, el proceso infeccioso por la carne muerta avanzó hasta más arriba de la rodilla.
No sólo carecía de energía y médicos el hospital del ISSSTEP, sino de honorabilidad sus directivos, con su director Eugenio Mora Salgado la cabeza.
Mintieron de manera reiterada a la Oficina del Gobernador Tony Gali Fayad y a quien los inquirió por la negligencia reiterada con la paciente que la tarde del domingo seguía en el área de urgencias, sin derecho a piso por falta de médico para su valoración.
Casi a las 10 de la noche del sábado desde la cuenta de Twitter @ISSSTEP_Puebla la mentira fue tan burda, como la sintaxis y ortografía de quien escribió el infundio: “informo la paciente una vez que estabilizo (sic) pasó a sala para su recuperacion (sic)”. Falso.
Peor aún, personal bajo el mando del subdirector en turno Felipe Alberto Martínez Fernández increpó a la familia de Marilú Aguilar por haber tuiteado a la Oficina del Gobernador y de Diódoro Carrasco, el titular de la Secretaría General de Gobierno de las deficiencias en el ISSSTEP.
“Me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras”, dice el principio hipocrático que claramente ignora su director, de profesión contador público y herencia de Patricia Leal, la senadora que ha hecho carrera en el servicio público sin más mérito que mantenerse al amparo del jefe de la camarilla de Rafael Moreno Valle, el exgobernador de Puebla.
Es inminente el desenlace de esta historia. La joven maestra que viajaba cada dos semanas a su tierra, Zacatlán habrá perdido la pierna en las próximas horas luego de una larga cadena de eventos desafortunados y que comenzó cuando abordó el autobús de la línea Autobuses Tlaxcala-Huamantla-Apizaco, conducido por un operador somnoliento que había pedido en vano ser relevado por falta de horas de sueño.
El infortunio de Marilú Aguilar Morales comenzó con la política negligente de la empresa de servicio de transporte ATHA, y terminó en el servicio de prestación de salud, al mando de un burócrata como Mora Salgado, cuyo destino en cualquier sistema con un poco de sentido de humanidad, estaría de patitas en la calle y sujeto a proceso por esta negligencia criminal.