Nada como los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, el dirigente nacional de Morena que va camino a la tercera campaña presidencial. En horas antes de que visite el territorio de San Pedro Cholula, uno de sus fieles seguidores, abogado reconocido, increpó al autor de la columna por un comentario editorial durante el programa ParabólicaEnRed que se transmite todos los días a través de Facebook/Live y de YouTube, a las 13:30 horas.
El jueves que el diario Reforma dio a conocer la ficha que contiene los nombres de los 13 muertos durante el operativo de la Marina Armada de México en Nayarit, la semana pasada, no existía un solo menor de edad, acaso una persona de 20 años y el de más avanzada edad, de 46.
El líder de Morena, quien había descalificado la acción de las fuerzas federales por las supuestas bajas de menores, se quedó sin argumentos para sostener esa versión. Y aunque resulta chocante la primera persona, así lo sostuve, cosa que no agradó a mi interlocutor, después de la emisión.
“Ahora la nota es la equivocación de López Obrador”, ironizó desde que salí del foro de televisión. Expuse los argumentos que me llevan a razonar que AMLO debe cuidar con extremo detalle sus expresiones, habida cuenta de los yerros declarativos de las últimas dos campañas presidenciales.
Del “cállate chachalaca” o su determinación de desdeñar su participación en los debates presidenciales o mandar “al diablo a las instituciones”, el próximo candidato de Morena deberá ser extremadamente cauto en el futuro.
AMLO es el líder político de la izquierda más influyente que el país haya tenido en los últimos años. No hay otra figura que tenga la influencia en la vida pública en alguno otro partido.
En el Partido Revolucionario Institucional, Enrique Ochoa resulta una caricatura que sus propios correligionarios desprecian; en Acción Nacional, Ricardo Anaya vive la polarización por la disputa de grupos que pelean a bayoneta calada espacios de poder rumbo a 2018; en el Partido de la Revolución Democrática, Alejandra Barrales va por la calle de la amargura por la diáspora de militantes todos los días. Hay quien advierte que perderá el registro en la elección federal próxima.
El dirigente de Morena debe ser consecuente con ese estatus que ha alcanzado en todos estos años de trabajo político. La frivolidad en que derivó el juicio que emitió esta semana fue condenada por los secretarios de Marina, Almirante Vidal Soberón Sanz, y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Hicieron lo que tenían que hacer, cada quien a lo suyo, pues.
Sin embargo, no se le puede reprochar esa suspicacia a quienes han acompañado al tabasqueño en las dos elecciones presidenciales de 2006 y 2012, en donde ha quedado claro que existieron acciones concertadas de grupos de poder para propiciar la derrota del candidato de la izquierda.
Pero si este dirigente quiere conservar la confianza que le han dispensado otros sectores más moderados de la vida pública, como los empresarios y financieros mencionados en otros espacios de prensa, deberá ser menos frágil en los juicios y pronunciamientos. Repetir los errores del pasado terminará por mermar su capital político, que no es menos.
Es tan poco el amor como para desperdiciarlo en celos.