Vuldumaro & Vudulmort fueron dos personajes de ficción detrás de los cuales está Roberto Carlos Vega Monroy, exdirector de Técnico de Telesecundarias de la Secretaría de Educación Pública en Puebla, cesado la víspera por expresiones de intolerancia en contra de la cosmogonía totonaca en Veracruz.
Nunca en ninguna de las piezas que estos vulgares personajes colocaron en el canal de YouTube alcanzaron tal nivel de conocimiento, como sucedió desde que en el perfil de Facebook escribió: “Hagamos patria y exterminémoslos; ellos solo viven de nuestros impuestos sin aportar nada, son unos chupasangre”.
“En la vida real yo soy Vuldumaro ¿y él es? (responde un sujeto que lo acompaña con una voz pastosa e inescrutable) Vudulmort”, comienzan estos personajes que pretenden ser graciosos, elocuentes.
“La neta este pinche video lo estamos haciendo para todos aquellos culeros que me han estado escribiendo en WahtsApp y me han dicho que no tenemos huevos (aquí Vudulmort levanta la mano derecha, muestra el dedo medio a la cámara, le sigue Monroy) para decir que nosotros somos lo que hacemos a esos dos pinches putos”, dice el sujeto que saltó a la página dos del diario Reforma este lunes.
Lleno de expresiones vulgares, con un lenguaje corporal que refleja desprecio, lleno de indolencia este exfuncionario y su lenguaje soez refleja el esquema mental de un amplio sector del servicio público lleno de enojo, rencor, frustración e ignorancia respecto de la otredad en un país pluricultural y multiétnico.
El mismo que en otra presentación se asume como parte de la generación de la cultura del esfuerzo, originario de Tlatlauquitepec, paradójicamente un municipio de la Sierra Norte de Puebla, en donde la presencia indígena es notoria, abundante y rica.
Vudulmaro, el de YouTube o Roberto Carlos Vega Monroy, el exdirector de Telesecundarias de la SEP poblana son dos personajes que obedecen a una misma forma de procesar sentimientos que anidan desde que adquirieron condición adulta, llena de odio y xenefobia, que subyace en el subconsciente.
Es candidato para cualquier especialista de la conducta humana desde el diván. Mal procesados, sus odios son sus demonios que lo traicionan por el odio contenido que lo convirtió en lo que es hoy: un personaje que perdió la capacidad de discernir entre su anhelo de desquite y la función pública.
Lo que no se puede ni debe admitir es que alguien desde el gobierno lo haya colocado en una posición pública que ofrece educación, conocimientos y elementos formativos a la población que tanto denigra como es la que consume los contenidos de la telesecundaria, mecanismo de enseñanza para los más desprotegidos, muchos de ellos indígenas.
¿Quién lo nombró en esa responsabilidad? ¿Quién lo apadrinó? ¿Alguien va a explicar los méritos académicos que Monroy ostentó para llegar a donde estuvo hasta antes de este lunes? ¿Quién garantiza que personajes con esos mismos desequilibrios no se esconden detrás de un cargo análogo al del totonacofóbico?