El diputado local Mario Rincón González debe saber lo que es vivir el exilio en tierra propia. Sin un lugar donde encuentre consuelo, en su fuero interno anidará la sensación de abandono; próximo a la nada, sin guía que lo ayude a conducirse por la ruta de certeza para transitar uno de los peores episodios de su vida.

Y es que la que termina es la semana más aciaga desde los tiempos cuando como funcionario municipal fue orillado a cuidar el diminuto espacio físico de su escritorio en Desarrollo Municipal, con Blanca Alcalá siendo presidenta municipal hace casi una década, en 2006.

Desprecio pero no olvido, dos principios básicos que permiten definir el estado anímico del cuartel general del exgobernador Rafael Moreno Valle luego de la crítica abierta que el presidente de la Comisión de Seguridad Pública en el Congreso hizo con severidad a la política de combate a los ladrones de hidrocarburos en el sexenio pasado.

Nada justifica adolecer de los conocimientos necesarios que permiten transitar en la faena legislativa. El que pregunta no se equivoca, quien avisa no engaña, son dos reglas básicas que cualquier iniciado en las artes de la vida pública debe tener presente, siempre. Rincón pasó por alto estos principios.

En cualquiera de las hipótesis, el crítico de la política de seguridad de quien debió cuidar las espaldas desde su curul, pudo haber metido en un problema a su nuevo jefe, el gobernador Tony Gali Fayad, quien jamás habría autorizado crucificar a Moreno Valle por una regla elemental: la gratitud.

Resulta improbable que hubiera existido luz verde para la metralla declarativa contra su antecesor por un tema tan espinoso como el del huachicol, el fenómeno delictivo que ha puesto a Puebla, Veracruz, Guanajuato, Tlaxcala, Estado de México y Tamaulipas en el ojo del huracán nacional por las implicaciones criminales.

Rincón se fue por la libre, no hay que dudarlo y las secuelas ya deben estar a la vuelta de la esquina. Un acto de traición suele traer costosas facturas en el futuro inmediato. Se descalifica a sí mismo con un interlocutor válido entre sus pares, o cuando busque trabar alianzas y acuerdos futuros en otros ámbitos, si no es que ya los tiene.

La pertenencia a un grupo como el del exmandatario, que ha sido cuestionado con severidad por sus detractores, puede ser todo, menos improvisado en las artes de la política. Todos están obligados a observar un código de conducta en función de los intereses de grupo, principio básico para la permanencia en un ámbito tan rudo como el de la puja por el poder.

Como legislador del rebaño azul debió no olvidar ese contexto a menos que se trate del pasaje que ya vimos en 2010, cuando se le vio por primera vez en un acto de campaña al lado del abanderado de la coalición Compromiso por Puebla, Rafael Moreno Valle, a donde se fue a refugiar luego de no haber conseguido ser presidente del PRI municipal, cuando se hizo dueño de una definición poco decorosa: “El príncipe de las derrotas”.