La violencia física y psicológica en los centros de educación básica en Puebla comienza a tomar caminos insospechados, y por momentos, de alarma, dadas las condiciones en las que episodios similares han estallado en otras latitudes, particularmente el caso Monterrey, donde un alumno de secundaria del Colegio Americano del Noreste protagonizó la primera masacre escolar, cuya cobertura noticiosa alcanzó la prensa internacional.
Alejado de los reflectores y el escrutinio público, el colegio Centro Freinet Prometeo S.C., de San José Xilotzingo, vivió su propia pesadilla con un expediente que pretendió ser guardado en el oscuro habitáculo de la secrecía, así como el nombre de los involucrados, para evitar alterar la buena conciencia de la comunidad escolar.
Ya en la Sultana había ocurrido el caso del jovencito de 15 años de edad que abrió fuego con un arma en contra de su maestra y sus compañeros de clase para luego dispararse a sí mismo y perder la vida después, en el hospital a donde llegó mal herido.
Hace apenas unos días —el miércoles 1 de marzo—, en la escuela pública Alí Chumacero de la colonia Bosques de San Sebastián, fueron suspendidas las clases tras la aparición de una cartulina que manos anónimas colocaron en la entrada, donde se advertía de la próxima masacre ahí mismo, ante el azoro de los padres y profesores.
El hashtag #LH como símbolo de la urbana cuenta de Facebook Legión Holk, un dato solo para iniciados.
Fue en la primera semana de febrero que dos estudiantes de primero de secundaria comenzaron a regar por el colegio Freinet Prometeo la advertencia de una masacre escolar. Solo quien acudiera a la escuela vestido de color rojo evitaría ser blanco del atentado.
Así, repitieron la amenaza entre los estudiantes del colegio hasta que uno de ellos, presa del miedo, influenciado por la información del caso Monterrey y de la escuela Alí Chumacero de Puebla, rompió en llanto y acusó la situación ante los maestros, quienes terminaron por expulsar a los responsables del ominoso mensaje.
Con una notable ausencia de protocolos para casos excepcionales como el que los ocupó, permitieron que las familias de los agresores consiguieran la información del menor que delató a los autores de la campaña de miedo, lo cual obligó a la víctima a abandonar sus estudios, presa de miedo a una represalia aún mayor.
Los nombres de los involucrados, así como el de sus familias, descansan en los archivos de la dirección escolar.
La versión de lo sucedido hace dos semanas corre entre la comunidad de padres del Prometeo como la existencia del pariente cuya enfermedad bochornosa debe quedar detrás de las puertas del armario para poner a salvo el buen nombre de la familia.
La ominosa influencia de la cuenta en redes sociales de Legión Holk parece extenderse y como mito urbano en la era de las redes sociales, alimenta el morbo, infunde miedo y ya colocó en primer plano la evidente ausencia de protocolos diseñados con oportunidad en la Secretaría de Educación Pública para frenar circunstancias análogas a las del Freinet Prometeo y otras instituciones de educación privada o pública.