Si como dice el clásico, la forma es fondo en la política, el edil de San Pedro Cholula, José Juan Espinosa, podría haber entrado en los afectos del dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, no solo con su conversión a ese partido y su dura línea discursiva en contra de la “mafia en el poder” en la esfera local.
Pudo haberlo hecho a través de la alcoba y con el apoyo de interpósita persona: su esposa, la aún militante del PRI y exfuncionaria de Prospera, Nancy de la Sierra, quien ayer por la tarde colocó en su cuenta de Twitter @Nancydelsa una fotografía donde es abrazada con notable afecto por la escritora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del dirigente del partido que mayor crecimiento electoral registra en los últimos meses.
La escena ocurrió en la presentación del libro de carácter histórico, cuyo título es Dos revolucionarios a la sombra de Madero, en un sitio emblemático: el Museo de los Hermanos Serdán, en el Centro Histórico de Puebla. “Reconocer el esfuerzo y talento de Beatriz Gutiérrez Müller es una forma de conmemorar el #DiaInternacionalDeLaMujer #Puebla”.
Quienes han tenido conocimiento de cerca de usos y costumbres en el Movimiento Regeneración Nacional saben que nadie entra y pocos salen si no es por la decisión única e intransferible de su fundador.
En un partido como el de López Obrador en el cual las decisiones se toman con la verticalidad de un dirigente totémico como la figura del tabasqueño y dos veces candidato presidencial, no hay lugar para la duda ni la especulación.
Los afectos entre la esposa de AMLO y Nancy de la Sierra existen por razones más que políticas, por el género: a diferencia de los hombres que hacen política en donde cunde la simulación y se evita la batalla frontal, las mujeres encaran, discrepan y cuestionan; la simulación no está en su diccionario, como sí lo está el aprecio, cariño y la admiración mutua. Es condición femenina.
Un pequeño desliz del dirigente de Morena atestiguado por este reportero en el mitin multitudinario en la calle Juan de Palafox y Mendoza, a un costado de la Iglesia de la Compañía, permitió medir el grado de camaradería con la escritora de libros históricos de pasado reporteril en Puebla.
Ya en el templete junto a la plana mayor de su partido y las personalidades que firmaron el “Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y Renacimiento de México” llamó con la mano a su consorte que se mantenía en la escalinata de acceso, alejada de la escena.
“No mi amor”, le respondió desde lejos y entonces AMLO salió de la primera fila, caminó hasta donde estaba su esposa, la tomó de la mano y llevó hasta el proscenio, a su lado, satisfecho.
De la Sierra, como muchos militantes y cuadros del PRI, no pasa por su momento más cómodo. Las señales que ha enviado en las últimas semanas han sido bastante claras: su aparición en la concentración aquella ataviada con los colores de Morena y su presencia al lado de la compañera de AMLO parecen dibujar un final bastante obvio.
José Juan Espinosa deberá agradecer esa fotografía, pues es muestra palmaria de que las consortes suelen influir desde la alcoba en la toma de decisiones de los hombres del poder.