En un principio fue Facebook, luego vino YouTube, Twitter, más tarde Instagram, Snapchat, Tinder y hasta WhatsApp. Lo demás llegó solo.
En Puebla una mujer a bordo de un camión de transporte público se armó de valor, tomó su teléfono móvil y transmitió la escena en Facebook Live; sin cortes, patrocinios ni el tamiz subjetivo de los profesionales de la radio o televisión. El dato duro y sin censura estaba a la vista. Logró documentar el estado de histeria colectiva cuando al caer la noche del sábado 10 y lleno de usuarios, ocho sujetos abordaron, amagaron, golpearon y amenazaron con armas.
En la loca carrera tras el atraco masivo dejaron olvidado un teléfono celular de manufactura barata, pero con información precisa. Usuarios del transporte público de la ruta 68 extrajeron fotos, nombres, direcciones y otros datos para dar con su paradero. Surgió en Facebook y Twitter, fundamentalmente, un sentimiento general por tener justicia auténticamente pronta y expedita, como el ideario del discurso enmohecido de los puristas y románticos defensores del derecho en México, pero efectivo: el linchamiento, juicio sumario que ya había cobrado una víctima en el municipio de Tehuacán, en la primera semana de junio.
Un personaje del hampa menor de la región a quien en vida se le conoció con el apodo de 'el pepino' no logró llegar a los 24 años. Preso de la ira de la gente agraviada, fue sacado de su casa, golpeado y atacado con tubos, bates y machetes. Perdió la vida y luego sus restos rociados con gasolina para luego prenderles fuego.
El 'pepino' solía presumir fotos de los objetos robados y el arma con que amagaba a sus víctimas en su cuenta de Facebook. Era un hampón... millenial.
Paradigmas del nuevo mundo. Inundados de información, datos y rumores que supone contar la vida en tiempo real a través de las plataformas digitales y redes sociales, estamos a una milésima de segundos de volver al tiempo de la ley del más fuerte, el ojo por ojo y la venganza sin freno.
La vertiginosa forma de narrar nuestra línea de tiempo no tiene freno. Pasión, miedo y odio, sentimientos primigenios de la raza humana alentados por crímenes sin castigo en la era de la súper carretera de la información en pequeñas, medias o grandes ciudades. Da lo mismo.
Desde el linchado en Tehuacán, en Puebla han ocurrido por lo menos seis casos de conato de linchamiento de ladrones sorprendidos por ciudadanos cansados de jugar el rol de víctima de una ola delictiva que ya mucho daño provocó. Escenas con rostros envueltos en sangre, gente iracunda alrededor y policías como convidados de palo inundan las redes sociales. Es la justicia en la era de los millenial, síntoma de una contradicción del nuevo tiempo.
Después del atraco masivo en la capital del estado de Puebla surgió en Facebook una demanda de usuarios con un plazo perentorio se cumplía el jueves 15 de junio: linchar a quienes aparecen en el teléfono móvil como autores del crimen, el jueves pasado.
Hasta el cierre de este editorial no ha pasado de ser un llamado a tomar la justicia en mano propia ante el tortuguismo que inunda instancias de procuración de justicia.
Pero eso no significa que en cualquier momento la justicia millenial haga lo que le corresponde.